/ martes 2 de julio de 2024

Abandono de un esfuerzo colectivo universitario

¿Quiénes realmente somos responsables de un espacio donde se construye o deconstruye el saber del conocimiento, ciencia e innovación y creatividad? Las inquietudes pueden ser interminables; ¿son buenos, aceptables nuestros niveles educativos? ¿El sistema educativo cubre las expectativas que demandan sociedades como la nuestra? ¿En quiénes recae la responsabilidad de la educación: los egresados (ahora profesionistas), los padres o tutores de los actuales estudiantes, los profesores docentes e investigadores de la institución, los directivos de la institución, las autoridades estatales y federales o, la sociedad civil en su conjunto? Sin duda, todos llevamos la penitencia, somos corresponsables; sin olvidar que “Corresponde al Estado la rectoría de la educación”, invoca la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Cuando por casualidad hacemos pausa para reflexionar nuestro sistema educativo, la política educativa llevada por las o los “especialistas” gestores, reconocemos que no ha sido su forma adecuada para obtener más y mejores resultados. Es un deber moral quitarse la venda de los ojos, aceptar que vivimos una realidad que demanda carencias de la colectividad. Perdura la inevitable, evidente y recurrente incógnita ¿y la educación?; por cierto, sin respuestas en muchos aspectos, la implementación de la política.

El análisis con perspectiva de una adecuada educación requiere de la participación de actores directos e indirectos en el sistema educativo. Decir que estamos bien en materia educativa es irresponsable y, un tanto arrogante que responsables en la implementación de la misma, no asuman con humildad las deficiencias y errores. Es equívoco anunciarse con versiones triunfalistas ante situaciones generales que vulneran la educación.

Reconocer nuestra realidad puede ser la clave para revertir los resultados que hemos venido cargando en nuestro nivel educativo. No debemos continuar un camino equivocado. Moralmente estamos obligados a cuestionar métodos, calidad y capacidad en los procesos del binomio enseñanza-aprendizaje, componentes fundamentales para enfrentar los retos sociales, políticos, económicos y culturales que despliega la nación.

La inconveniencia de traspasar una responsabilidad tan importante como lo es la educación a la improvisación, dejarla en manos a “lealtades personales” o por supuestas compensaciones (consuelos políticos), tiene costos muy altos y pueden llevar décadas para retomar un sistema conveniente a las demandas sociales.

Cada vez más, se ha venido perdiendo la perspectiva del gobernante en la búsqueda de un estado con educación de calidad, malgasta sensibilidad social de lo significativo que representa la educación. Son más frecuentes las decisiones erróneas en la designación para cargos directivos a personajes sin vocación, experiencia o trayectoria en gestión educativa. En muchos casos, los currículos son tan menesterosos que apenas presentan credenciales de alguna profesión, en el mejor de los casos un grado académico ajeno a la responsabilidad. Se vulnera estándares educativos de la calidad.

No debe olvidarse el mandato constitucional que deben cumplir los gobernantes, incluso, en sus tres niveles de gobierno de impartir y garantizar prioritariamente la excelencia “entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad” en lo inevitablemente, los planes y programas de estudio deberán prever la orientación en el cuidado del medio ambiente.

A propósito de reflexiones en servicios educativos, en días pasados distrajo mi atención comunicaciones de amigos y conocidos en el ámbito educativo, para compartirme su estado desesperado; en no pocos casos desmoralizados ante la situación caótica en que se encuentra la institución de educación superior en la que en algún momento fuimos responsables de dirigir, la Universidad Politécnica de Aguascalientes.

Entre varias personas apreciadas que se habían comunicado, una de ellas me expresaba en texto hasta cierto punto consternado. Compartía haber sido testigo por varias ocasiones en espacios donde el tema central se daba en un análisis comparativo de las diferentes etapas o gestiones de dicha institución. Para algunos las comparaciones no son buenas, pero para otros tantos, lo son; ilustran e incentivan mejoras. Depende de la perspectiva o sentido que se pretenda con el ejercicio analítico.

En las reflexiones compartidas, coincidentemente excolaboradores exponían los recuerdos del esfuerzo colectivo en la comunidad universitaria y los logros alcanzados en la trayectoria de la gestoría de nuestra rectoría: matrícula, nivel de estudio con el que contaba la planta docente, docentes investigadores incorporados al Sistema Nacional de Investigadores, acervo bibliográfico, fomento a la lectura, infraestructura, formación integral, posgrados e investigación, servicio social, responsabilidad social y cuidado del medio ambiente, entre muchos temas e indicadores de gestión por una educación de calidad.

En lo que a medio ambiente se refiere, alguien me señalaba que en esas tertulias de comparación, no faltaba el receloso; aunque tampoco falta en el análisis, el flashback de otros; resaltando que en distintos momentos la situaciones y circunstancias vividas revelaban la realidad.

En un afán legítimo, esa persona a quien he llegado a estimar por su capacidad intelectual y humana sintetizaba “…los árboles por su parte se murieron…así que más allá de que esté pasando o haya pasado en la UPA, lo importante son las cosas que se hacen cuando se pueden hacer y usted mantuvo vivos esos árboles y los hizo crecer (me acuerdo cuando les ponía el tutor…), Bueno, solo quería compartirle esta reflexión/recuerdo, esperando que todo le esté yendo muy bien”.

Agobiado por el momento que vive la UPA enunciaba “…la gran mayoría de árboles que se sembraron durante su gestión se han secado ya, que ya no los riegan, que ya no se paga jardinería…una desgracia, honestamente sentí feo (no me va ni me viene, pero fue una reacción involuntaria).”

El cuidado del medio ambiente es solo un indicador del compromiso con responsabilidad social, la mejor estrategia para atenderlo debe ser a través de nuestro sistema educativo.

¿Quiénes realmente somos responsables de un espacio donde se construye o deconstruye el saber del conocimiento, ciencia e innovación y creatividad? Las inquietudes pueden ser interminables; ¿son buenos, aceptables nuestros niveles educativos? ¿El sistema educativo cubre las expectativas que demandan sociedades como la nuestra? ¿En quiénes recae la responsabilidad de la educación: los egresados (ahora profesionistas), los padres o tutores de los actuales estudiantes, los profesores docentes e investigadores de la institución, los directivos de la institución, las autoridades estatales y federales o, la sociedad civil en su conjunto? Sin duda, todos llevamos la penitencia, somos corresponsables; sin olvidar que “Corresponde al Estado la rectoría de la educación”, invoca la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Cuando por casualidad hacemos pausa para reflexionar nuestro sistema educativo, la política educativa llevada por las o los “especialistas” gestores, reconocemos que no ha sido su forma adecuada para obtener más y mejores resultados. Es un deber moral quitarse la venda de los ojos, aceptar que vivimos una realidad que demanda carencias de la colectividad. Perdura la inevitable, evidente y recurrente incógnita ¿y la educación?; por cierto, sin respuestas en muchos aspectos, la implementación de la política.

El análisis con perspectiva de una adecuada educación requiere de la participación de actores directos e indirectos en el sistema educativo. Decir que estamos bien en materia educativa es irresponsable y, un tanto arrogante que responsables en la implementación de la misma, no asuman con humildad las deficiencias y errores. Es equívoco anunciarse con versiones triunfalistas ante situaciones generales que vulneran la educación.

Reconocer nuestra realidad puede ser la clave para revertir los resultados que hemos venido cargando en nuestro nivel educativo. No debemos continuar un camino equivocado. Moralmente estamos obligados a cuestionar métodos, calidad y capacidad en los procesos del binomio enseñanza-aprendizaje, componentes fundamentales para enfrentar los retos sociales, políticos, económicos y culturales que despliega la nación.

La inconveniencia de traspasar una responsabilidad tan importante como lo es la educación a la improvisación, dejarla en manos a “lealtades personales” o por supuestas compensaciones (consuelos políticos), tiene costos muy altos y pueden llevar décadas para retomar un sistema conveniente a las demandas sociales.

Cada vez más, se ha venido perdiendo la perspectiva del gobernante en la búsqueda de un estado con educación de calidad, malgasta sensibilidad social de lo significativo que representa la educación. Son más frecuentes las decisiones erróneas en la designación para cargos directivos a personajes sin vocación, experiencia o trayectoria en gestión educativa. En muchos casos, los currículos son tan menesterosos que apenas presentan credenciales de alguna profesión, en el mejor de los casos un grado académico ajeno a la responsabilidad. Se vulnera estándares educativos de la calidad.

No debe olvidarse el mandato constitucional que deben cumplir los gobernantes, incluso, en sus tres niveles de gobierno de impartir y garantizar prioritariamente la excelencia “entendida como el mejoramiento integral constante que promueve el máximo logro de aprendizaje de los educandos, para el desarrollo de su pensamiento crítico y el fortalecimiento de los lazos entre escuela y comunidad” en lo inevitablemente, los planes y programas de estudio deberán prever la orientación en el cuidado del medio ambiente.

A propósito de reflexiones en servicios educativos, en días pasados distrajo mi atención comunicaciones de amigos y conocidos en el ámbito educativo, para compartirme su estado desesperado; en no pocos casos desmoralizados ante la situación caótica en que se encuentra la institución de educación superior en la que en algún momento fuimos responsables de dirigir, la Universidad Politécnica de Aguascalientes.

Entre varias personas apreciadas que se habían comunicado, una de ellas me expresaba en texto hasta cierto punto consternado. Compartía haber sido testigo por varias ocasiones en espacios donde el tema central se daba en un análisis comparativo de las diferentes etapas o gestiones de dicha institución. Para algunos las comparaciones no son buenas, pero para otros tantos, lo son; ilustran e incentivan mejoras. Depende de la perspectiva o sentido que se pretenda con el ejercicio analítico.

En las reflexiones compartidas, coincidentemente excolaboradores exponían los recuerdos del esfuerzo colectivo en la comunidad universitaria y los logros alcanzados en la trayectoria de la gestoría de nuestra rectoría: matrícula, nivel de estudio con el que contaba la planta docente, docentes investigadores incorporados al Sistema Nacional de Investigadores, acervo bibliográfico, fomento a la lectura, infraestructura, formación integral, posgrados e investigación, servicio social, responsabilidad social y cuidado del medio ambiente, entre muchos temas e indicadores de gestión por una educación de calidad.

En lo que a medio ambiente se refiere, alguien me señalaba que en esas tertulias de comparación, no faltaba el receloso; aunque tampoco falta en el análisis, el flashback de otros; resaltando que en distintos momentos la situaciones y circunstancias vividas revelaban la realidad.

En un afán legítimo, esa persona a quien he llegado a estimar por su capacidad intelectual y humana sintetizaba “…los árboles por su parte se murieron…así que más allá de que esté pasando o haya pasado en la UPA, lo importante son las cosas que se hacen cuando se pueden hacer y usted mantuvo vivos esos árboles y los hizo crecer (me acuerdo cuando les ponía el tutor…), Bueno, solo quería compartirle esta reflexión/recuerdo, esperando que todo le esté yendo muy bien”.

Agobiado por el momento que vive la UPA enunciaba “…la gran mayoría de árboles que se sembraron durante su gestión se han secado ya, que ya no los riegan, que ya no se paga jardinería…una desgracia, honestamente sentí feo (no me va ni me viene, pero fue una reacción involuntaria).”

El cuidado del medio ambiente es solo un indicador del compromiso con responsabilidad social, la mejor estrategia para atenderlo debe ser a través de nuestro sistema educativo.