En esta ocasión recordaremos con sentida emoción a un periodista de la vieja guardia, quien dedicó parte de su vida al noble oficio de informar, fue un estupendo reportero de deportes y gran cronista. El te podía cubrir un partido de beisbol, desde amateur hasta profesional, un encuentro de futbol, una novillada o una corrida de toros.
Era un reportero versátil y conocedor, enamorado de las estadísticas, nos referimos nada más ni nada menos que a don Juan Esparza Rodríguez, un hombre entregado en cuerpo y alma a sus labores informativas, de quien guardamos gratos recuerdos.
Juan fue un gran compañero en el equipo de redacción de EL SOL DEL CENTRO. A él lo conocí cuando se incorporó a la plantilla de este Diario. Anteriormente había trabajado en la sección deportiva del desaparecido diario Opinión, que se encontraba ubicado en la esquina de Juan de Montoro y Cosío, a escasas dos cuadras de EL SOL.
Siempre se caracterizó por ser un reportero a quien le gustaba cubrir los partidos directamente, de tal manera que durante los fines de semana llegaba a la redacción del Diario con los zapatos llenos de tierra o lodo, mojado de pies a cabeza si estaba lloviendo, y también con la ropa empolvada, signos evidentes de que había estado a campo abierto, cubriendo un encuentro de beisbol o de futbol.
Cuando llegaba bañado en tierra, nuestro compañero y amigo Jaime Arteaga Novoa, de la sección local, lo hacía desatinar y contrariar, porque bromeaba a Juan diciendo que no le hiciera al cuento que seguramente venía de tomarse unas cervezas bien frías en el bar El Jhonny, ubicado por Juan de Montoro casi para llegar a la Purísima, y que al salir se había llenado los zapatos de tierra en las jardineras del camellón de esa calle.
Esta broma molestaba sobremanera a Juan, quien no ocultaba su contrariedad e increpaba a Jaime, mientras que los demás nos reíamos de lo que pasaba. En ese entonces la redacción era animosa, llena de camaradería, compañerismo y amistad.
Cuando se sentía nervioso Juan sudaba copiosamente, a pesar de no ser un hombre corpulento ni robusto, por lo que sacaba su pañuelo o paliacate para secarse la frente, el rostro y el cuello. No ocultaba su estado de ánimo.
Juan era un estupendo cronista taurino, junto con otros grandes periodistas especializados como J. Cruz Bonilla Méndez y Alejandro Hernández, quienes representaban a Hidrocálido y a El Heraldo, respectivamente. Todos ya en la eternidad.
Sus informaciones siempre estaban salpicadas de datos y estadísticas, tanto de los toreros alternantes como de la ganadería participante. Como señalamos al principio de este texto, Esparza Rodríguez era un enamorado de las estadísticas.
Sus crónicas taurinas eran dignas de leerse y disfrutarse. Sin embargo, Jaime lo hacía destinar cuando le decía que su nota distaba mucho de ser objetiva, porque si los toreros o uno de ellos no había triunfado por angas o por mangas, Juan culpaba a la mala calidad del burel, al viento, al intenso sol o a la lluvia, según el caso.
“Al fin y al cabo, el toro ya no puede defenderse porque ya lo mataron y tampoco las inclemencias del tiempo”, le decía Jaime Arteaga, lo que provocaba el coraje de Juan. Pero todo era hacer desatinar al buen compañero, nada más. Y se lograba el propósito.
Juan Esparza Rodríguez era un apasionado del llamado rey de los deportes, el beisbol, pues cubrió muchas temporadas del Rieleros de Aguascalientes, incluyendo el año de su coronación en la Liga Mexicana. Cubrió todos los partidos, sin perderse prácticamente uno solo, y llevaba sus propias estadísticas de los juegos y jugadores, incluyendo jonrones, hits, bases robadas, partidos ganados y perdidos, rendimientos, etc.
Alguna vez comentó que pretendía escribir un libro sobre la historia del Rieleros de Aguascalientes, con números y estadísticas, pero el tiempo no le alcanzó pues la muerte se lo llevó.
Era partidario del Rieleros, pues gozaba tanto sus triunfos como sus derrotas, si bien fue un profundo admirador de Benjamín Cananea Reyes, legendario manager de los Diablos Rojos del México. Era un gran fan del Cananea, sentimiento que no ocultaba.
Hay todavía mucho por hablar de Juan Esparza Rodríguez, quien falleció en los primeros años del nuevo milenio, pero cuyo trabajo queda impreso para siempre en las páginas de este Diario.