/ viernes 8 de noviembre de 2024

Café Fausto | Libros sin leer

Acumular libros es una conducta común de quienes gustamos de la lectura, regularmente tenemos más libros de los que hemos leído, eso a veces es una compulsión que puede ser de humor involuntario.

Es casi una enfermedad, una compulsión que solamente los que la padecemos y reconocemos esa debilidad sabemos de sus consecuencias. Como lector entro a una librería y regularmente acabo adquiriendo al menos un ejemplar, eso llevado a mi velocidad actual de lectura y libros pendientes por leer me vuelve un acumulador de libros, pienso que ese es un mal de muchos de aquellos que gustamos de la lectura.

El exceso vergonzoso llega cuando, me sucedió en una ocasión, llegué a una librería y me encontré con una obra de Leonardo Boff, pensé “este libro es increíble, hasta siento que ya lo leí”, lo adquirí, llegué a la casa y me encontré con la sorpresa de que lo tenía y lo había leído hace ya varios años.

Mi caso es menor respecto a otros, siendo joven un amigo me regaló una caja de libros repetidos en su biblioteca, una caja, que había adquirido de una colección y no recordaba que ya los tenía, eran de esa estupenda colección “Obras Maestras del Siglo XX” editados por Origen y Seix Barral, creo que fueron de esas primeras series de libros en venta en puestos de periódicos. De esos ejemplares a veces podemos encontrar todavía en librerías de viejo.

Pero ¿qué hace a un lector acumular libros? Eso mismo sucede a veces con melómanos o cinéfilos que tienen un montón de discos sin escuchar todavía o de películas sin ver. Pienso que tal vez buscamos asegurar o comprar tiempo de vida o de conocimiento, es como tener boletos de avión o de barco de pasajeros para largos y placenteros viajes, por supuesto eso es una fantasía que muchos ni siquiera se detienen a imaginar.

Algo diferente y se entiende, sucede con los libros para consulta de nuestro campo profesional de conocimiento o de asuntos que nos llaman la atención, se trata de obras que seguramente usaremos después para atender un tema y lo adquirimos, porque algún día lo consultaremos.

Otro asunto aparte son los libros electrónicos que también son acumulables, pero no representan espacio físico.

A lo largo de los años mi gusto por la lectura y entonces con poco dinero para comprar libros me llevó a dedicarme a realizar reseñas de novedades editoriales para las empresas de ese giro, esas reseñas las publicaba primero en La Jornada Jalisco y luego se llegaron a reproducir en diarios de Guanajuato, Colima, Jalisco y Aguascalientes.

Entonces llegaba de todo y seleccionaba lo que iba a reseñar para mi columna “Estantería”, llegaban por montones y durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) que en esos años cubría para algún diario de Jalisco, la cantidad de ejemplares era casi demencial.

Durante esos días el compromiso era reseñar un libro diario, es decir, que leía un libro a toda prisa y lo reseñaba antes de las ocho de la noche para entregar el texto a la redacción y que saliera en un suplemento especial del diario para el siguiente día, esto durante nueve jornadas consecutivas, casi sin dormir, por la salud de quien lo intente, no lo recomiendo.

Fuera de ferias del libro el compromiso era de no más de tres libros semanales para leer y reseñar, aun así, es una locura, confieso que de muchos de esos libros ya no recuerdo ni de qué tratan, ese era el precio para poder leer gratis las novedades editoriales.

Muchos de esos libros que no me interesaban los regalaba a amigos, otros los conservé para leerlos después. Hay una veintena de ellos todavía en espera de ser leídos en mí biblioteca y de eso hace ya dieciséis años, lo reconozco, eso es insano.

Una medida que desde hace muchos años tomé para controlar la compulsión por adquirir libros es tener un librero de obras no leídas todavía y no pasar de esa cantidad. ¿Cuántos libros sin leer o tiempo de vida que crees asegurada tienes en tu librero?








Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de está casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.

Acumular libros es una conducta común de quienes gustamos de la lectura, regularmente tenemos más libros de los que hemos leído, eso a veces es una compulsión que puede ser de humor involuntario.

Es casi una enfermedad, una compulsión que solamente los que la padecemos y reconocemos esa debilidad sabemos de sus consecuencias. Como lector entro a una librería y regularmente acabo adquiriendo al menos un ejemplar, eso llevado a mi velocidad actual de lectura y libros pendientes por leer me vuelve un acumulador de libros, pienso que ese es un mal de muchos de aquellos que gustamos de la lectura.

El exceso vergonzoso llega cuando, me sucedió en una ocasión, llegué a una librería y me encontré con una obra de Leonardo Boff, pensé “este libro es increíble, hasta siento que ya lo leí”, lo adquirí, llegué a la casa y me encontré con la sorpresa de que lo tenía y lo había leído hace ya varios años.

Mi caso es menor respecto a otros, siendo joven un amigo me regaló una caja de libros repetidos en su biblioteca, una caja, que había adquirido de una colección y no recordaba que ya los tenía, eran de esa estupenda colección “Obras Maestras del Siglo XX” editados por Origen y Seix Barral, creo que fueron de esas primeras series de libros en venta en puestos de periódicos. De esos ejemplares a veces podemos encontrar todavía en librerías de viejo.

Pero ¿qué hace a un lector acumular libros? Eso mismo sucede a veces con melómanos o cinéfilos que tienen un montón de discos sin escuchar todavía o de películas sin ver. Pienso que tal vez buscamos asegurar o comprar tiempo de vida o de conocimiento, es como tener boletos de avión o de barco de pasajeros para largos y placenteros viajes, por supuesto eso es una fantasía que muchos ni siquiera se detienen a imaginar.

Algo diferente y se entiende, sucede con los libros para consulta de nuestro campo profesional de conocimiento o de asuntos que nos llaman la atención, se trata de obras que seguramente usaremos después para atender un tema y lo adquirimos, porque algún día lo consultaremos.

Otro asunto aparte son los libros electrónicos que también son acumulables, pero no representan espacio físico.

A lo largo de los años mi gusto por la lectura y entonces con poco dinero para comprar libros me llevó a dedicarme a realizar reseñas de novedades editoriales para las empresas de ese giro, esas reseñas las publicaba primero en La Jornada Jalisco y luego se llegaron a reproducir en diarios de Guanajuato, Colima, Jalisco y Aguascalientes.

Entonces llegaba de todo y seleccionaba lo que iba a reseñar para mi columna “Estantería”, llegaban por montones y durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) que en esos años cubría para algún diario de Jalisco, la cantidad de ejemplares era casi demencial.

Durante esos días el compromiso era reseñar un libro diario, es decir, que leía un libro a toda prisa y lo reseñaba antes de las ocho de la noche para entregar el texto a la redacción y que saliera en un suplemento especial del diario para el siguiente día, esto durante nueve jornadas consecutivas, casi sin dormir, por la salud de quien lo intente, no lo recomiendo.

Fuera de ferias del libro el compromiso era de no más de tres libros semanales para leer y reseñar, aun así, es una locura, confieso que de muchos de esos libros ya no recuerdo ni de qué tratan, ese era el precio para poder leer gratis las novedades editoriales.

Muchos de esos libros que no me interesaban los regalaba a amigos, otros los conservé para leerlos después. Hay una veintena de ellos todavía en espera de ser leídos en mí biblioteca y de eso hace ya dieciséis años, lo reconozco, eso es insano.

Una medida que desde hace muchos años tomé para controlar la compulsión por adquirir libros es tener un librero de obras no leídas todavía y no pasar de esa cantidad. ¿Cuántos libros sin leer o tiempo de vida que crees asegurada tienes en tu librero?








Las opiniones vertidas en este artículo son responsabilidad de quien las emite y no de está casa editorial. Aquí se respeta la libertad de expresión.