/ martes 22 de septiembre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Dos años

Dos años le faltan a la actual administración encabezada por el gobernador Orozco y se viene lo bueno. Nadie quisiera estar en sus zapatos. Eso sí, seguro.

Porque son tiempos de zozobra, complicados, que la pandemia, que nadie esperábamos, han trastocado sus planes de trabajo. Y con ello, los planes de miles de personas que verán afectados sus ingresos, como mínimo, o tendrán que emigrar a otros destinos buscando oportunidades de trabajo, de plano, como máximo. Lástima, de verdad, porque la inercia de trabajo que tenían el gobernador y su equipo, era buena. Se veía obra, se veían acciones muy concretas en diferentes rubros, como en agricultura, economía y turismo. Y no es que hayan parado. De hecho, la reactivación económica se ha dado más rápido que en otros estados, pero lo que se perdió durante tres o cuatro meses, dentro del lapso más complicado, pues se ha ido. No se recupera. Sumémosle, además, a lo anterior, el recorte de recursos que tendrá el estado por parte de la federación. Asunto mayor y, sin duda, el principal obstáculo para cumplir con las metas establecidas desde el primer día de trabajo.

Lo ha dicho fuerte y claro el gobernador durante su discurso en la parte del Informe correspondiente a obra pública en el nuevo Puente de San Ignacio: El gobierno central no ayuda, poco apoya, palabras más, palabras menos. Menudo problema. Y sentenció también lo incierto del final de la pandemia, que nadie sabemos para cuándo, con las consecuencias que esto implica. Por eso será determinante la plena coordinación entre las distintas áreas de gobierno y el trabajo como nunca en equipo para destinar los recursos suficientes con las estrategias adecuadas a los planes y programas prioritarios en los restantes dos años de gobierno. Tarea compleja, pero que seguro sabrán sacar adelante. Hay personas capaces, conocedoras de su área, y sobre todo, enteradas de la inocultable falta de sensibilidad del huésped de Palacio Nacional, que prefirió enfrentar el problema sanitario siguiendo el camino de cero deudas a pesar de que, los más conocedores especialistas del tema, opinaban lo contrario. Quizá, por ello, terminemos pagando más caro que si nos hubiéramos endeudado. Los golpes por desempleo, al menos, ya se han consumado y miles de micro, pequeñas y medianas empresas, están al borde del abismo, soportando, a cuenta gotas, la tempestad que aún no termina, con el riesgo inminente de cerrar para siempre por lo complicado del asunto. Sin ingresos, imposible mantener con vida a cualquier empresa.

Preocupa mucho, por ejemplo, el parón que se ha dado a las giras de promoción del Estado. También el aplazamiento que han dado varias firmas extranjeras en la instalación de sus plantas. No se diga, por supuesto, la cancelación, debido a esto, de cientos de puestos de trabajo que serían tremendamente benéficos. Pero al ciudadano común y corriente, también nos preocupa, bastante, la cancelación de mucha infraestructura, obra pública, pues, como normalmente se le conoce. Hemos ya tocado aquí, en esta columna, en aportaciones previas, la necesidad que tiene la ciudad por mejorar, en algunos casos, por reactivar, en otros, y por construir nuevas, en muchos otros, diferentes obras que se ha vuelto sumamente necesarias para mejorar el entorno, la estética de la ciudad, la convivencia social, la recreación personal y con todo ello, la calidad de vida, que da como resultado, automáticamente, la generación de riqueza (que no lea esto, por favor, el rancio huésped de Palacio Nacional ), la reactivación económica y el mejoramiento, en buena medida, del consumo.

Va de nuevo: muchas calles y avenidas de la ciudad están completamente deterioradas. Hay infraestructura construida ya mucho tiempo atrás que, a simple vista, ya no está en buenas condiciones. Y sobre todo, hay zonas de la ciudad cuyos paisajes nos remontan a la época de los ochentas o de los noventas, teniendo ubicaciones estratégicas que uno pensara que, si se reactivan de manera adecuada, le darían otra cara a la ciudad, generando, va de nuez, mejora en la riqueza y mucho mayor dinamismo en la economía. Escuchamos inversión de tal planta, de tal empresa, muchas de ellas del ramo manufacturero. De acuerdo. Perfecto. Pero hace falta también incentivar o, en su caso, buscar inversión para el sector de servicios: comercio, principalmente, y de actividades financieras. Como la reactivación y modernización de la Plaza comercial El Dorado, anclado en el pasado, y la reactivación en diseño, estética y comercios, con firmas reconocidas, de gama media, al menos, en la avenida López Mateos, cuya ubicación e importancia parece que nunca se ha valorado.

Dos años, pues, de trabajo arduo y bien planificado en el que se tiene que meter el acelerador a fondo.

Dos años le faltan a la actual administración encabezada por el gobernador Orozco y se viene lo bueno. Nadie quisiera estar en sus zapatos. Eso sí, seguro.

Porque son tiempos de zozobra, complicados, que la pandemia, que nadie esperábamos, han trastocado sus planes de trabajo. Y con ello, los planes de miles de personas que verán afectados sus ingresos, como mínimo, o tendrán que emigrar a otros destinos buscando oportunidades de trabajo, de plano, como máximo. Lástima, de verdad, porque la inercia de trabajo que tenían el gobernador y su equipo, era buena. Se veía obra, se veían acciones muy concretas en diferentes rubros, como en agricultura, economía y turismo. Y no es que hayan parado. De hecho, la reactivación económica se ha dado más rápido que en otros estados, pero lo que se perdió durante tres o cuatro meses, dentro del lapso más complicado, pues se ha ido. No se recupera. Sumémosle, además, a lo anterior, el recorte de recursos que tendrá el estado por parte de la federación. Asunto mayor y, sin duda, el principal obstáculo para cumplir con las metas establecidas desde el primer día de trabajo.

Lo ha dicho fuerte y claro el gobernador durante su discurso en la parte del Informe correspondiente a obra pública en el nuevo Puente de San Ignacio: El gobierno central no ayuda, poco apoya, palabras más, palabras menos. Menudo problema. Y sentenció también lo incierto del final de la pandemia, que nadie sabemos para cuándo, con las consecuencias que esto implica. Por eso será determinante la plena coordinación entre las distintas áreas de gobierno y el trabajo como nunca en equipo para destinar los recursos suficientes con las estrategias adecuadas a los planes y programas prioritarios en los restantes dos años de gobierno. Tarea compleja, pero que seguro sabrán sacar adelante. Hay personas capaces, conocedoras de su área, y sobre todo, enteradas de la inocultable falta de sensibilidad del huésped de Palacio Nacional, que prefirió enfrentar el problema sanitario siguiendo el camino de cero deudas a pesar de que, los más conocedores especialistas del tema, opinaban lo contrario. Quizá, por ello, terminemos pagando más caro que si nos hubiéramos endeudado. Los golpes por desempleo, al menos, ya se han consumado y miles de micro, pequeñas y medianas empresas, están al borde del abismo, soportando, a cuenta gotas, la tempestad que aún no termina, con el riesgo inminente de cerrar para siempre por lo complicado del asunto. Sin ingresos, imposible mantener con vida a cualquier empresa.

Preocupa mucho, por ejemplo, el parón que se ha dado a las giras de promoción del Estado. También el aplazamiento que han dado varias firmas extranjeras en la instalación de sus plantas. No se diga, por supuesto, la cancelación, debido a esto, de cientos de puestos de trabajo que serían tremendamente benéficos. Pero al ciudadano común y corriente, también nos preocupa, bastante, la cancelación de mucha infraestructura, obra pública, pues, como normalmente se le conoce. Hemos ya tocado aquí, en esta columna, en aportaciones previas, la necesidad que tiene la ciudad por mejorar, en algunos casos, por reactivar, en otros, y por construir nuevas, en muchos otros, diferentes obras que se ha vuelto sumamente necesarias para mejorar el entorno, la estética de la ciudad, la convivencia social, la recreación personal y con todo ello, la calidad de vida, que da como resultado, automáticamente, la generación de riqueza (que no lea esto, por favor, el rancio huésped de Palacio Nacional ), la reactivación económica y el mejoramiento, en buena medida, del consumo.

Va de nuevo: muchas calles y avenidas de la ciudad están completamente deterioradas. Hay infraestructura construida ya mucho tiempo atrás que, a simple vista, ya no está en buenas condiciones. Y sobre todo, hay zonas de la ciudad cuyos paisajes nos remontan a la época de los ochentas o de los noventas, teniendo ubicaciones estratégicas que uno pensara que, si se reactivan de manera adecuada, le darían otra cara a la ciudad, generando, va de nuez, mejora en la riqueza y mucho mayor dinamismo en la economía. Escuchamos inversión de tal planta, de tal empresa, muchas de ellas del ramo manufacturero. De acuerdo. Perfecto. Pero hace falta también incentivar o, en su caso, buscar inversión para el sector de servicios: comercio, principalmente, y de actividades financieras. Como la reactivación y modernización de la Plaza comercial El Dorado, anclado en el pasado, y la reactivación en diseño, estética y comercios, con firmas reconocidas, de gama media, al menos, en la avenida López Mateos, cuya ubicación e importancia parece que nunca se ha valorado.

Dos años, pues, de trabajo arduo y bien planificado en el que se tiene que meter el acelerador a fondo.

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