La economía se resiste a levantarse. Si bien se ha comenzado a dinamizar en los últimos dos meses, para nada ha sido suficiente. Algunos sectores, como el de Turismo, sigue avanzando de manera lenta, y es que el principal problema se centra en la gran cantidad de pérdida de empleos que hubo durante la etapa de mayor gravedad de la crisis entre los meses de abril a junio, lo que ha mermado de manera significativa el consumo, pues literalmente hay familias que se vieron afectados severamente en sus ingresos y que ha derivado automáticamente en tener poco o casi nada efectivo. Uno de los indicadores más contundentes son con los que los microempresarios cuentan. Sencillo: sus ventas han bajado, digamos, en promedio, al menos entre un 30 y 40 por ciento, lo que ha agravado la disposición para cumplir compromisos crediticios, por un lado, y la ausencia de capital de trabajo, sobre todo, que dificulta enormemente la operatividad del negocio. Un comerciante, por ejemplo, que ha tenido una baja considerable en sus ventas, de las cuales depende absolutamente para mantener con vida el comercio, se debe de enfrentar a la disyuntiva entre mantener las fuentes de empleo o pagar a los acreedores y sacar adelante los gastos fijos. Oscuro el panorama desde cualquier óptica que se le vea.
Si a lo anterior le sumamos la incertidumbre que sigue causando el inexistente final de la pandemia, el escenario se vuelve todavía más temerario. Y la indecisión e inacción del Gobierno federal en temas estratégicos para el país, como el tema energético, por ejemplo, continúan expandiendo la incertidumbre entre el sector empresarial no solo nacional, sino el empresariado extranjero que no ve claro el panorama jurídico y empresarial mexicano. Desde abril la autoridad federal había prometido dar a conocer los planes para este rubro, el energético, y a la fecha nada ha pasado, lo que preocupa y principalmente, desespera. Queda claro que a López poco le interesa, o como es normal, querrá que se tomen las decisiones en base a lo que él diga, con alguna o algunas ocurrencias en temas tan espinosos como este, y siguiendo especulando pues la información es prácticamente nula, la última opción que nos queda es pensar que algo debe estar trabado entre su equipo de trabajo, debido a las posturas contrarias, totalmente divergentes entre ellos mismos, cuyo resultado es la continua afectación y parálisis económica que, entre muchas desventajas, nos hace perder competitividad como país en el mundo entero.
Todo lo anterior no ha más que confirmado el pensamiento retrograda, nacionalista, “romántico” y “revolucionario”, con mucho pasado y poco futuro, en el que está estacionado el Presidente, que pareciera que ha detenido al país en el tiempo, cuando lo normal sería que siguiéramos metidos en la inercia a la que, bien que mal, los anteriores gobiernos nos habían lanzado, con un montón de corrupción, es cierto, pero al menos con una visión puesta en el futuro, compartida con la que muchos de los países más desarrollados del mundo tienen. Ahora, nada de eso. Al contrario. Hoy a México, lo ha convertido López Obrador en un país aislado por completo. Justo ahí queda evidenciada la carga ideológica con la que actúa este poder ejecutivo, quien ha preferido gastar millones de pesos en la construcción de una refinería que más temprano que tarde se volverá obsoleta. O en un tren cuya operatividad, al menos, será del 60 por ciento todavía a base de combustible/diesel, cuando la lógica mundial es apostarle a la energía eléctrica en este tipo de proyectos.
O la construcción de un nuevo aeropuerto, después de la destrucción total del que ya se había comenzado a levantar, y en el que ya se ha demostrado que con todo lo que se tuvo que liquidar va a salir más caro. Además del tema aún controvertido de la ubicación del Santa Lucía. Un capricho más, sin duda, de López, que prefirió tirar a la basura una obra que ya llevaba un avance considerable, con el fin de “ensalzar” su persona, con motivos más vinculados con sus filias y fobias, en lugar de limpiar la corrupción que había y continuar con la construcción del de Texcoco.
Lo que nos queda por hacer como ciudadanos, es exigirle resultados y no solo promesas y sueños, que se le da muy bien en su narrativa mañanera. Como pasó hace un poco más de un mes en su segundo informe de gobierno, en el que presenciamos un discurso idílico en lugar de realidades y resultados.
Queremos un país dinámico, competitivo, global, abierto al cambio y con visión de futuro. Luchemos por ello.
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