/ domingo 27 de septiembre de 2020

CUARTO DE JUNTO | Que todo salga mal, ¿ok?

Algo que llama mucho la atención es la organización y presentación de un evento diferente, original, que pocas veces, por desgracia, son presentados aquí en la ciudad, a pesar de que, Aguascalientes, es eminentemente receptivo a este tipo de acontecimientos. Ejemplo de esto, fue el que se presentó la semana pasada que se conoció como Bash Motor Fest, una exposición de autos deportivos de “alta gama”. Aunque no exactamente se puede considerar un evento dentro del rubro de Turismo de Negocios, pues no hay en sí acuerdos comerciales o desarrollo de negocios, si es muy trascendente por el hecho de que, por su contenido, marcan tendencia y captan la atención no solo de los habitantes de la ciudad donde se desempeña, sino de turistas que vienen de otros estados, con las ventajas y oportunidad que esto representa y en donde definitivamente se genera una dinámica económica pues se desarrollan actividades diversas y existen flujos de dinero, contribuyendo con esto a dinamizar la economía, concepto grandemente bienvenido en esta época extraña, inesperada, de pandemia.

Hasta ahí todo bien: la presentación de autos deportivos que, difícilmente, ve uno con frecuencia. Y que siempre llaman mucho la atención, sobre todo, por supuesto, a los más pequeños. Turismo. Generación de riqueza. Dinámica económica. Presentación de la ciudad. Recepción de turistas de otros estados. Oportunidad de consolidar un suceso de estas características para su presentación anual, entre otras muchísimas ventajas. Algo que nos parece muy extraño es que, a pesar de que la ciudad cuenta con infraestructura de primer nivel para la realización de reuniones de negocios, conferencias, convenciones y congresos, (ahí tenemos el complejo FICO 13 o el Centro de Convenciones y Exposiciones de la Isla San Marcos), poco se hace para enriquecer este segmento turístico, cuya derrama económica y de exposición de la ciudad y del Estados son, verdaderamente, invaluables. No se diga del apoyo primordial para el sector hotelero de la capital, y la enorme oportunidad de negocio que representa para las pequeñas y medianas empresas del ramo de la producción y servicio de alimentos, por ejemplo, o de medianas empresas dedicadas al equipamiento técnico, dígase la renta de audio y sonido, así como de mobiliario y equipo en general, como también todo lo que tiene que ver con la movilidad de los visitantes, que se traduce en la renta de transporte terrestre, por supuesto.

Decíamos, pues, que hasta ahí todo iba bien. El tema es que, desgraciadamente, cuando un evento de esta naturaleza se hace al “vapor”, con mínimos estándares de organización, de puntualidad, y de calidad, y en donde todo sale mal, todas las ventajas dichas, automáticamente se contraponen y los resultados, al final, son completamente opuestos a todo lo expuesto con anterioridad. Y lo peor, es que nos dejan mal parados y con la sensación para los visitantes de que, en la ciudad, hay una inexistente capacidad para planear, organizar y organizar este tipo de eventos, cuando lo normal sería, al menos, presentarlos aceptablemente bien, y cuyo beneficio sería, ya lo habíamos dicho, consolidarlos para mantener fija su realización anual.

Apenas llegaba uno al Centro de Convenciones de la Isla y no habían tomado siquiera la decisión si los autos los estacionaba uno en el estacionamiento principal o en los estacionamientos contiguos. Las filas de personas nunca respetaron la distancia, y eran evidentes los amontonamientos tanto dentro del recinto como en el exterior. No había taquillas a disposición del público. Nadie informaba sobre el costo de los boletos ni el tiempo aproximado para ingresar a la exposición. Bueno, ni el personal de seguridad tenían información precisa sobre el ingreso, la venta de boletos, y hasta se escuchaba decir por el público que había grandes filas en la parte de afuera que el evento apenas y se había “organizado” con dos días de anticipación. Un verdadero caos.

Mal haríamos en compararnos con otras ciudades cuya naturaleza misma por su tamaño y su economía son abrumadoramente mejores para la organización y realización de este tipo de eventos: Guadalajara, Ciudad de México o Monterrey. Aunque no por ello debemos minimizar ni mucho menos dejar de cuestionar lo que se ha hecho mal aquí. Por todo lo que se ha comentado y por el hecho de que, una mala experiencia vivida para un visitante a este tipo de eventos significa en automático una mala imagen para la ciudad, que pone en duda que, esa misma persona que hizo un gasto de traslado, de hospedaje y de gastos dentro de la misma exposición, quiera regresar.

Nos quedó muy claro, cuando un visitante proveniente de León, quien trajo entusiasmado a su hijo de 13 años a ver los automóviles, nos dijo con tono molesto de voz: “Me la voy a pensar en volver a venir”.

Algo que llama mucho la atención es la organización y presentación de un evento diferente, original, que pocas veces, por desgracia, son presentados aquí en la ciudad, a pesar de que, Aguascalientes, es eminentemente receptivo a este tipo de acontecimientos. Ejemplo de esto, fue el que se presentó la semana pasada que se conoció como Bash Motor Fest, una exposición de autos deportivos de “alta gama”. Aunque no exactamente se puede considerar un evento dentro del rubro de Turismo de Negocios, pues no hay en sí acuerdos comerciales o desarrollo de negocios, si es muy trascendente por el hecho de que, por su contenido, marcan tendencia y captan la atención no solo de los habitantes de la ciudad donde se desempeña, sino de turistas que vienen de otros estados, con las ventajas y oportunidad que esto representa y en donde definitivamente se genera una dinámica económica pues se desarrollan actividades diversas y existen flujos de dinero, contribuyendo con esto a dinamizar la economía, concepto grandemente bienvenido en esta época extraña, inesperada, de pandemia.

Hasta ahí todo bien: la presentación de autos deportivos que, difícilmente, ve uno con frecuencia. Y que siempre llaman mucho la atención, sobre todo, por supuesto, a los más pequeños. Turismo. Generación de riqueza. Dinámica económica. Presentación de la ciudad. Recepción de turistas de otros estados. Oportunidad de consolidar un suceso de estas características para su presentación anual, entre otras muchísimas ventajas. Algo que nos parece muy extraño es que, a pesar de que la ciudad cuenta con infraestructura de primer nivel para la realización de reuniones de negocios, conferencias, convenciones y congresos, (ahí tenemos el complejo FICO 13 o el Centro de Convenciones y Exposiciones de la Isla San Marcos), poco se hace para enriquecer este segmento turístico, cuya derrama económica y de exposición de la ciudad y del Estados son, verdaderamente, invaluables. No se diga del apoyo primordial para el sector hotelero de la capital, y la enorme oportunidad de negocio que representa para las pequeñas y medianas empresas del ramo de la producción y servicio de alimentos, por ejemplo, o de medianas empresas dedicadas al equipamiento técnico, dígase la renta de audio y sonido, así como de mobiliario y equipo en general, como también todo lo que tiene que ver con la movilidad de los visitantes, que se traduce en la renta de transporte terrestre, por supuesto.

Decíamos, pues, que hasta ahí todo iba bien. El tema es que, desgraciadamente, cuando un evento de esta naturaleza se hace al “vapor”, con mínimos estándares de organización, de puntualidad, y de calidad, y en donde todo sale mal, todas las ventajas dichas, automáticamente se contraponen y los resultados, al final, son completamente opuestos a todo lo expuesto con anterioridad. Y lo peor, es que nos dejan mal parados y con la sensación para los visitantes de que, en la ciudad, hay una inexistente capacidad para planear, organizar y organizar este tipo de eventos, cuando lo normal sería, al menos, presentarlos aceptablemente bien, y cuyo beneficio sería, ya lo habíamos dicho, consolidarlos para mantener fija su realización anual.

Apenas llegaba uno al Centro de Convenciones de la Isla y no habían tomado siquiera la decisión si los autos los estacionaba uno en el estacionamiento principal o en los estacionamientos contiguos. Las filas de personas nunca respetaron la distancia, y eran evidentes los amontonamientos tanto dentro del recinto como en el exterior. No había taquillas a disposición del público. Nadie informaba sobre el costo de los boletos ni el tiempo aproximado para ingresar a la exposición. Bueno, ni el personal de seguridad tenían información precisa sobre el ingreso, la venta de boletos, y hasta se escuchaba decir por el público que había grandes filas en la parte de afuera que el evento apenas y se había “organizado” con dos días de anticipación. Un verdadero caos.

Mal haríamos en compararnos con otras ciudades cuya naturaleza misma por su tamaño y su economía son abrumadoramente mejores para la organización y realización de este tipo de eventos: Guadalajara, Ciudad de México o Monterrey. Aunque no por ello debemos minimizar ni mucho menos dejar de cuestionar lo que se ha hecho mal aquí. Por todo lo que se ha comentado y por el hecho de que, una mala experiencia vivida para un visitante a este tipo de eventos significa en automático una mala imagen para la ciudad, que pone en duda que, esa misma persona que hizo un gasto de traslado, de hospedaje y de gastos dentro de la misma exposición, quiera regresar.

Nos quedó muy claro, cuando un visitante proveniente de León, quien trajo entusiasmado a su hijo de 13 años a ver los automóviles, nos dijo con tono molesto de voz: “Me la voy a pensar en volver a venir”.

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