/ viernes 13 de septiembre de 2024

Taza de Soles | El desafío de seguir escribiendo en sociedades “productivas” 

El desafío de seguir escribiendo en sociedades “productivas”

La infancia y otros miedos de Armando Gómez Rivas es un libro que rompe con las expectativas del lector, si éste esperaba algo dulce o nostálgico de la recreación literaria de la etapa infantil. El libro, integrado por quince cuentos, dos de los cuales tienen un paralelismo y una simetría intencional: la trama del hijo de padres divorciados es el punto equidistante entre dos egoísmos y dos indiferencias. ¿Qué más podemos encontrar aquí? De entrada, los primeros cuentos despiertan a los lectores con un lenguaje propositivamente técnico, donde el narrador presenta el tema de la maternidad no deseada, la maternidad como un negocio, en el lenguaje frío de algunos personajes, mientras que en otros aparece lo escatológico como argumentación contra un mundo execrable, como sucede en el cuento “Ojo por ojo”. En seguida, el autor nos presenta niños feos, pero de mirada dulce, niños que son juzgados como tontos, niños caricatura, al estilo de los Simpson y aparece un cuento narrado en primera persona, cuyo personaje protagónico es un padre, músico de profesión, que el niño imagina como un super héroe, con la auténtica magia de un niño imaginativo. Así, avanzamos entre cambios de tono y perspectiva, lo cual se agradece, porque que el autor utiliza variados recursos, como la ironía y los diálogos imaginativos en la representación del mundo de los niños. Incluye sus pesadillas, pero también sus sueños, sus reacciones a películas violentas, pero también la ingenuidad y la simpleza de quien observa el mundo con ojos bien abiertos.

El autor nos relata historias desde “la inocencia” del niño, pero algunos cuentos nos sorprenden por el cambio de perspectiva. ¿Cómo contar un suicidio sin que parezca drama? En el cuento titulado Yukio, la renuncia a la existencia es presentada como un recorrido por las distintas etapas de la vida, por los distintos estereotipos del vivir cotidiano, para encontrar, aun en este periplo, el detalle conmovedor. Tal vez lloremos como Yuquio en medio de su viaje, porque inusitadamente, hay una escena autentica y sincera en la que aparece un “niño verdadero”. En el siguiente cuento se anuncia: “soy un super héroe”, y desde esa perspectiva nos relata que “los malos se llevaron a su papá”. Eso nos muestra los casos en que desafortunadamente la imaginación puede funcionar como evasión, sin embargo, en otros como” Rosa mexicano”, la imaginación configura un conmovedor monólogo interno, donde los recuerdos y los sueños del personaje, un menor que viaja desde Guatemala hacia Arizona, se mezclan y acentúan los temas de la soledad, la muerte y la indiferencia.

\u0009 Las voces femeninas aparecen en cuentos como “Paisaje nevado”, donde la nostalgia acentúa el tono lirico, y el personaje femenino encarna en una voz antigua que nos cuenta historias tristes y dramáticas. Esto contrasta con el tono humorístico, donde la memoria de transforma en un acto de magia o en una caricatura, como sucede en “Margot”, donde una muchacha descrita como “una chica minúscula, con forma de urna funeraria y con rizos como salchichas”, interactúa con desparpajo con un personaje, primero adolescente y luego adulto. Dos cuentos contrastantes y bien logrados.

Para cerrar, elijo tres relatos: “El paro”, “El niño Magneto” y “Carta para un día nublado”. En el primero, aparece un personaje con el nombre del autor, en una trama donde el chico se propone “frenar el aburrimiento escolar”. Un chico muy afín al “El niño magneto”. Por último, “Carta para un día nublado”, donde el autor evidencia parte de su poética, cuando cuenta que en la escuela le prohibieron escribir y el verdadero desafío fue no dejar de soñar, pues si el argumento de perder-el-tiempo está configurado de palabras muy marcadas en nuestras sociedades, también puede resultar en acicate para que el autor se esfuerce en la iluminación de los minúsculos detalles.. La conclusión del autor de la carta es:” Soy feliz, escribo para dejar el pasado en los ojos de alguien más”.

Gracias Armando, por la incomodidad que algunos de tus cuentos puedan provocar en tus lectores, porque esa sensación está redimida a fuerza de iluminar los oscuros espacios del ser en escenas que brillan por su sencillez y su ternura. Gracias no solo por darle voz a las infancias, sino por evidenciar que hay otros miedos que deberían ser visibilizados.

El desafío de seguir escribiendo en sociedades “productivas”

La infancia y otros miedos de Armando Gómez Rivas es un libro que rompe con las expectativas del lector, si éste esperaba algo dulce o nostálgico de la recreación literaria de la etapa infantil. El libro, integrado por quince cuentos, dos de los cuales tienen un paralelismo y una simetría intencional: la trama del hijo de padres divorciados es el punto equidistante entre dos egoísmos y dos indiferencias. ¿Qué más podemos encontrar aquí? De entrada, los primeros cuentos despiertan a los lectores con un lenguaje propositivamente técnico, donde el narrador presenta el tema de la maternidad no deseada, la maternidad como un negocio, en el lenguaje frío de algunos personajes, mientras que en otros aparece lo escatológico como argumentación contra un mundo execrable, como sucede en el cuento “Ojo por ojo”. En seguida, el autor nos presenta niños feos, pero de mirada dulce, niños que son juzgados como tontos, niños caricatura, al estilo de los Simpson y aparece un cuento narrado en primera persona, cuyo personaje protagónico es un padre, músico de profesión, que el niño imagina como un super héroe, con la auténtica magia de un niño imaginativo. Así, avanzamos entre cambios de tono y perspectiva, lo cual se agradece, porque que el autor utiliza variados recursos, como la ironía y los diálogos imaginativos en la representación del mundo de los niños. Incluye sus pesadillas, pero también sus sueños, sus reacciones a películas violentas, pero también la ingenuidad y la simpleza de quien observa el mundo con ojos bien abiertos.

El autor nos relata historias desde “la inocencia” del niño, pero algunos cuentos nos sorprenden por el cambio de perspectiva. ¿Cómo contar un suicidio sin que parezca drama? En el cuento titulado Yukio, la renuncia a la existencia es presentada como un recorrido por las distintas etapas de la vida, por los distintos estereotipos del vivir cotidiano, para encontrar, aun en este periplo, el detalle conmovedor. Tal vez lloremos como Yuquio en medio de su viaje, porque inusitadamente, hay una escena autentica y sincera en la que aparece un “niño verdadero”. En el siguiente cuento se anuncia: “soy un super héroe”, y desde esa perspectiva nos relata que “los malos se llevaron a su papá”. Eso nos muestra los casos en que desafortunadamente la imaginación puede funcionar como evasión, sin embargo, en otros como” Rosa mexicano”, la imaginación configura un conmovedor monólogo interno, donde los recuerdos y los sueños del personaje, un menor que viaja desde Guatemala hacia Arizona, se mezclan y acentúan los temas de la soledad, la muerte y la indiferencia.

\u0009 Las voces femeninas aparecen en cuentos como “Paisaje nevado”, donde la nostalgia acentúa el tono lirico, y el personaje femenino encarna en una voz antigua que nos cuenta historias tristes y dramáticas. Esto contrasta con el tono humorístico, donde la memoria de transforma en un acto de magia o en una caricatura, como sucede en “Margot”, donde una muchacha descrita como “una chica minúscula, con forma de urna funeraria y con rizos como salchichas”, interactúa con desparpajo con un personaje, primero adolescente y luego adulto. Dos cuentos contrastantes y bien logrados.

Para cerrar, elijo tres relatos: “El paro”, “El niño Magneto” y “Carta para un día nublado”. En el primero, aparece un personaje con el nombre del autor, en una trama donde el chico se propone “frenar el aburrimiento escolar”. Un chico muy afín al “El niño magneto”. Por último, “Carta para un día nublado”, donde el autor evidencia parte de su poética, cuando cuenta que en la escuela le prohibieron escribir y el verdadero desafío fue no dejar de soñar, pues si el argumento de perder-el-tiempo está configurado de palabras muy marcadas en nuestras sociedades, también puede resultar en acicate para que el autor se esfuerce en la iluminación de los minúsculos detalles.. La conclusión del autor de la carta es:” Soy feliz, escribo para dejar el pasado en los ojos de alguien más”.

Gracias Armando, por la incomodidad que algunos de tus cuentos puedan provocar en tus lectores, porque esa sensación está redimida a fuerza de iluminar los oscuros espacios del ser en escenas que brillan por su sencillez y su ternura. Gracias no solo por darle voz a las infancias, sino por evidenciar que hay otros miedos que deberían ser visibilizados.