La Virgen de Guadalupe representa un enigma majestuoso para la cultura mexicana. Engloba una cantidad de simbolismos impresionantes que, se encuentran en armonía con las deidades prehispánicas de nuestros pueblos y con las creencias católicas de los españoles.
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Y aún después de casi medio milenio desde su aparición, historiadores, religiosos y estudiosos de las teorías teocráticas no cesan de maravillarse con esta representación que, a pesar de muchos escépticos, continúa encarnando la divinidad para muchos mexicanos.
Es la encarnación del mestizaje del pueblo de México, un estandarte de unidad nacional. Plasma un mensaje de conciliación entre las nuestras raíces prehispánicas y las españolas. Representaciones indígenas de la Virgen de Guadalupe indican que se trata de "Tonantzin" que significa: "Nuestra madre", un título que frecuentemente se le atribuía a Coatlicue, madre del sol y la luna en la mitología náhuatl. Precisamente el cerro del Tepeyac era empleado por los mexicas para adorar a esta deidad; la razón de la elección de ese cerro era que pensaban que ahí se materializaba.
La caracterización de Coatlicue después de la conquista española a nuestro país, fue distinta, ya no portaba una falda de serpientes, ahora en su manto estaba plasmada la alineación de las constelaciones de ese instante, la flor que está estampada en su vientre "Nahui-Ollin" es la flor que representa la concepción del universo para los mexicas.
La nueva imagen de la Virgen la presenta como la madre de Dios, la flor representa también la simplicidad profunda de la verdad máxima de Dios. Matiza el encuentro de dos culturas, y la construcción de una nueva nación.
Para la mayoría de los mexicanos es símbolo de unión, de devoción y de adoración.
Con información de Delta Alva