Aún no se vislumbraba que Aguascalientes fuera una ciudad; sin registro exacto de tiempo, unos padres chichimecos que vivían alado sur del hoy jardín de Zaragoza, le inculcaron a su hija de 9 años una devoción por Chulinche, que era un dios ciego. Los padres adoraban al nemio (dios de los mercados) por ser éste su proveedor.
Cuando sus padres faltaron, Chulinche le mandó un emisario para cuidarla, porque la tenía en alta estima; cuando cumplió 38 años había "perdido la cabeza", la india empezó a volverse loca y a estar mal de salud, de modo que Chulinche pidió a otros dioses el afán de sanar a la mujer, aunque ella debía pagar poblando el territorio. Fue sanada de inmediato.
Para cumplir, la india elaboró muñecos de barro a los que luego les dio vida con su aliento, y los repartió en los jacales vecinos, poblando así los alrededores de Zaragoza. La indita fue tan incorruptible y bondadosa con sus pueblerinos que estos le rindieron culto hasta el extremo de confundirla con los dioses, y las ofrendas que le hacían era leche y miel.
Después de su muerte se le hizo reverencia como diosa por los habitantes que ella misma había creado; celebraban sus novenarios con ayunos sujetos solo a queso y miel y a clavarse espinas de maguey en las rodillas. Así como le dedicaron la primera calle que se formó dándole su nombre, actualmente es el final de la calle Juárez.
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