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Hace algunos años, en la calle 16 de septiembre en el barrio del Encino, vivía una joven llamada Azucena, quien era famosa por su deslumbrante belleza.
No era una mujer que buscaba el amor, pero debido a su radiante apariencia tenía una gran cantidad de pretendientes, lo que le hacía muy difícil decidirse por alguno de ellos.
Azucena no deseaba herir los sentimientos de sus enamorados, pues todos expresaban sus intenciones de matrimonio. Ella con voz débil les decía que sí, después les pedía ser pacientes, y con eso, ellos se llevaban una esperanza que encendía aún más el amor.
La presencia de sus padres le permitía postergar cualquier compromiso, así pasaron varios meses, años… hasta que un día, su padre murió, y poco más tarde, también murió su madre. Una sombra de soledad y silencio envolvía el corazón de Azucena, y sin soportar más la tristeza, finalmente deseaba contraer matrimonio, escribió todos los nombres de sus pretendientes en pequeños pedazos de papel que guardo en una caja, y seleccionó uno de ellos a la suerte.
La feliz pareja tuvo una gran fiesta de bodas, sin embargo, a los tres días, su marido falleció inexplicablemente, y Azucena heredó toda su fortuna. Pero al incrementarse su sentimiento de pérdida, volvió a seleccionar otro nombre de la caja de la suerte.
Una vez más, se celebró una fiesta nupcial, aun más grande, más elegante y con más invitados, pero el destino fue el mismo, a los dos días su esposo pereció, y Azucena fue designada la heredera de toda su riqueza.
Se empezó a rumorear en el barrio que Azucena tenía buena estrella, y esto no espantó a sus leales pretendientes, pues ellos, verdaderamente, morían por casarse con ella, aunque fuera por un día.
Gracias a Azucena, la calle 16 de Septiembre es mejor conocida como la Calle de la Estrella.
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