Han pasado 39 años desde que el país se estremeció con un temblor de 8.1 grados en la escala Richter. Como testigo, el ingeniero Rafael Hinojos Reyes, pudo documentar, a través de su cámara Minolta, las imágenes de la angustia y la incertidumbre, así como de la unión y la fortaleza del pueblo.
En entrevista con El Sol del Centro, Don Rafael comparte que él se encontraba radicando en la ciudad de Aguascalientes, cuando sucedió el desastre. Sin embargo, sus padres vivían en Ciudad de México. Exactamente en el Edificio Chiapas, de Tlatelolco. Al tener conocimiento de la noticia, intentó comunicarse con ellos, pero no tuvo éxito, por lo que sólo pudo seguir la transmisión que realizó Jacobo Zabludovsky, realizó de manera ininterrumpida sobre el terremoto, hasta la madrugada del siguiente día.
Por la mañana del 20 de septiembre, se trasladó a la Ciudad de México, junto con su esposa e hijo, para obtener noticias sobre sus padres y hermana, así como de la madre de su esposa. Al llegar, se encontró con una escena devastadora. El edificio Nuevo León, donde vivían varios de sus amigos de juventud, se había caído; la sección norte y sección central, estaban totalmente destruidas. Afortunadamente, donde vivían sus padres, que era uno de los edificios de menor altura, se encontraba en buenas condiciones. Pudo verlos y constatar que estaban bien.
Después del almuerzo del 21 de septiembre, decidió salir a las calles para registrar lo que sucedía. El olor era extraño, medio dulzón… como el pan dulce, cuando empieza a echarse a perder, señala. La gente no lloraba, pero tampoco hablaban; estaban como en shock; y quienes hablaban, lo hacía en voz baja, como susurrando.
Comparte que, en su recorrido, pudo ver al tenor Plácido Domingo, que platicaba con la gente, con la intención de ayudar. Entre los edificios que pudo ver, totalmente colapsados, estaban el Hotel del Prado y Hotel Regis.
"Cerca de donde vivían mis padres, había un muro donde la gente pegaba pedazos de papel con listas de nombres de personas, mensajes, solicitando información sobre los paraderos de sus familiares o publicando los de algunos que había sido localizados".
Pese a la atmósfera de tristeza y desolación que había en la ciudad, también pudo ver otro rostro de la sociedad. La gente sola empezó a organizarse, para ayudarse unos a otros. Relata que aquellos que podían ingresar a sus casas, lo hacían para cocinar y llevar comida a los demás. Surgió, espontáneamente, la solidaridad y generosidad de la gente.
El 19 de septiembre, de 1985, la capital mexicana fue sacudida por el más intenso y destructivo terremoto de que se tenga registro, cuyas secuelas fueron incalculables pérdidas materiales y miles de víctimas mortales.
Hace 39 años que las clases populares capitalinas presentaron una inolvidable muestra de su férrea voluntad y entereza. Y, ante el desastre, el dolor y el sufrimiento, grandes grupos de voluntarios organizaron brigadas de auxilio y labores de rescate, dando una muestra maravillosa de valentía y unión, que trascendió a todo el mundo.
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