Durante años, se han sabido historias que nos han contado nuestros antepasados, historias que aunque pase el tiempo, se siguen transmitiendo de generación en generación.
Parte de estas historias nos narran hechos que sucedieron en épocas coloniales o años en los que era común escuchar sobre sucesos extraordinarios. En el caso de Aguascalientes, sus pobladores han sido cautivados por la infinidad de historias que no solo los han alegrado a través de esa riqueza cultural sino también por acontecimientos inquietantes que hasta la fecha no hay forma de otorgarle una explicación.
Dentro de este repertorio podemos encontrar a la Familia López, quienes al pasar uno de los momentos más desafortunados en su vida, fueron parte de un cambio que los dejó perplejos gracias a la presencia de un extraño hombre. Aquí te contamos la leyenda del aparecido de Chambergo.
Los sucesos se remontan en el año 1860, una época en la que brillaban por su esencia esas costumbres que hasta la fecha ya no es tan común de ver en familias aguascalentenses. Muchas familias acostumbraban a cumplir con su devoción asistiendo a las misas dominicales para sentir un llenado de paz y alegría en su día restante.
La mayoría de los vecinos se conocían, por lo que no era extraño que muchos identificaran a Don Margarito López y su hermano Néstor, quienes se sabe que fueron de los primeros fundadores del Barrio de San Marcos. Su hogar se ubicaba en la calle de Hebe (hoy Manuel M. Ponce) en la que disfrutaban de una vida plena y sin preocupaciones.
Algo los hacía caracterizar en la zona, pues los hombres vivían en una de las mejores residencias; su decorado en estilo dórico, cantera rosa y con muebles lujosos era algo que todo vecino podía envidiar. No solo disfrutaban de esto, sino que según los vecinos se corrió el rumor de que esta familia era propietaria de grandes huertas ubicadas cerca del río de los Pirules.
Lo tenían todo, no solo propiedades lujosas, reuniones entre amigos y sobre todo un lazo de familia que nadie podía romper; sin embargo, en una noche de septiembre las cosas cambiaron para ellos de una forma que no pudieron entender. La noche era la ideal para salir, así que Don Margarito cumplió con su palabra de recoger a Néstor y regresar a casa; su camino se dio con total normalidad hasta que se encontraron con Don Lucas y varios parientes más. Los notaron apresurados, pues la misa estaba a punto de comenzar y el sonido de las campanas solo transmitía desesperación por respetar su puntualidad.
Entre ellos se encontraba la esposa de Néstor, quien se mostraba preocupada alegando que su pequeña hija continuaba grave, pues hacía días que los síntomas de una enfermedad no desaparecían y que, a criterio del médico, solo un milagro podía salvarla.
Su consuelo podía complementarse asistiendo a la iglesia, en la que le pediría a Dios que su hija aún no estaba lista para marcharse de este mundo. La fe era algo que se mantenía firme en aquella época, por lo que si la devoción era altamente compartido con otros individuos, el poder de las palabras podían repercutir en un milagro.
Ambos hombres continuaron con su camino; dieron la vuelta en una calle, dispuestos a descansar y saber cómo ayuda a la esposa de Néstor; de repente, algo los detuvo: la presencia de un hombre bastante corpulento, alto, y quien usaba un traje negro junto con un chambergo a la monstruosa.
Cada vez que se acercaban, podían sentir un sombrío escalofrío que no transmitía ninguna sensación de serenidad. De la nada, aquél hombre desapareció y jamás fue visto. Todo pareció extraño, pero no fue motivo para que pudieran contárselo al resto de la familia, por lo que decidieron dormir y seguir con su vida.
No fue hasta el día siguiente cuando Don Margarito se reunión una vez más con sus amigos, solo que ese día pensaban dar un paseo, por lo que atravesaron la plaza de San Marcos para tomar una vereda estrecha y repleta de mogotes que destacaban en la calle de Rivera. Allí, todos fueron sorprendidos por la apariencia de este hombre por segunda ocasión, lo cual los dejó perplejos.
Sin más, el hombre volvió a desaparecer y no fue visto otra vez. Su presencia empezó a darse cada vez más frecuente, por lo que la gente ya no deseaba asistir a misa por temor a que este misterioso hombre fuera a causarles algún daño, pero eso no fue impedimento para que Margarito y su familia continuaran con su vida pero sobre todo asistiendo a la iglesia.
En diciembre, su historia dio un giro inesperado, pues cuando Don Margarito se disponía a rezar el rosario a la Virgen de Guadalupe, el "aparecido" no solo se hizo presente cerca de él y de su familia, sino que se detuvo, y con una voz aterradora le dijo a Néstor: “Tú, Néstor, tienes una enfermita en casa; llévame con ella, yo la curaré".
La familia, aterrada, se fue de allí en busca del sacerdote ,quien les dijo que posiblemente era un alma que en vez de causar daño, quería hacer un bien. Asustados y no tan convencidos, se fueron de allí; sin embargo, cuando llegaron a casa, el hombre ya se encontraba presente en la habitación de la pequeña, a quienes les dijo: “Mi deseo es curar a la niña”.
Sin más preámbulos, el misterioso hombre se acercó a la niña, le colocó su mano en la cara y al cabo de varios segundos desapareció, dejando un ambiente aterrador y lleno de plegarias entre los familiares. Repentinamente, la niña abrió los ojos y se sentó en la cama para comer.
Nadie podía entender cómo es que de manera inexplicable esta pequeña empezó a tener fuerza pese a su enfermedad; y la gota que derramó el vaso fue cuando al día siguiente, Néstor miró a su hija correr y saltar en el Jardín de San Marcos con sus amigas como si nunca hubiera estado enferma.
A pesar de que el hombre de chambergo desapareció y nunca más apareció entre las calles de Aguascalientes, la familia López continuó con su vida, agradeciendo a la vida de ver la salud de la pequeña alejada de todo peligro; pero algo que jamás pudieron explicarse es la identidad de ese extraño hombre que sólo les pudo transmitir miedo en vez de paz.
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