El Jardín de San Marcos ha sido, durante casi dos siglos, un referente de la ciudad de Aguascalientes. No sólo por su historia, que lo convierte en el emblema y corazón de la Feria Nacional de San Marcos, sino por la belleza de su balaustrada y la abundancia de sus árboles, flores y arbustos.
Desde el año 2009 este sitio cuenta con 10 huéspedes que, a su vez, son guardianes de la identidad aguascalentense, pues evocan las tradiciones sociales y culturales de la localidad: son las esculturas que se encuentran distribuidas por los corredores del Jardín.
Dichas esculturas son La Vendedora de Flores, El Charro y la Cantante, El Bolerito, El Gallero, De Pinta, El Barrendero de Posada, El Sereno, El Maletilla y La Banca de los Pájaros Caídos. Ésta última presenta a dos varones de edad avanzada, y su nombre poco o nada tiene qué ver con las aves que vuelan entre los árboles del jardín; más bien, refiere la vigor que, con la juventud, se pierde.
Las piezas fueron diseñadas y elaboradas por varios artistas locales, como Carlos Sánchez, Pedro Cajero, Miguel Alberto López y José Luis García; y están inspiradas en las obras de Saturnino Herrán y de José Guadalupe Posada, dos artistas nacidos en esta tierra. Es por eso que, para quienes pasean por este lugar, observarlas se convierte en un viaje al pasado, a esos años en que los enamorados daban vuelta alrededor del Jardín, y compraban una flor para regalarla a la muchacha que les gustaba. O a la época en que, por las calles, se podía escuchar “son las siete, y todo serenoooooo”; o a los años en que, siendo niños, muchos de nosotros nos emocionamos al darle de comer a las ardillas.
Sin duda alguna, caminar por el Jardín de San Marcos, será siempre una experiencia extraordinaria.
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