Con la llegada de la Navidad, en muchos hogares de la República Mexicana se colocan figuras de María y José, así como de pastores, becerros, bueyes, corderos, ángeles y chamucos, para recordar el nacimiento de Jesús.
Sin embargo, por pocos es conocido que esta costumbre tiene más de 800 años, y que inició con las representaciones que Giovanni Bernardone, mejor conocido como San Francisco de Asís, realizaba en las calles para representar este acontecimiento.
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A finales del siglo XII y principios del siglo XIII, San Francisco llevaba a cabo montajes vivientes las iglesias, inicialmente, y posteriormente en las calles de Greccio, Italia, para evangelizar al pueblo y explicar cómo Jesucristo había llegado a este mundo a traer la salvación.
De ahí las personas comenzaron a imitarlo, pero con pequeñas figuras hechas de barro o arcilla, con el fin de facilitar su colocación dentro de sus viviendas. Rápidamente esta costumbre se expandió por toda Europa.
Con el paso de los años, esta tradición ha sufrido variantes en su composición, su forma y su práctica. Por ejemplo, en México hay lugares donde además de montar las imágenes, se acostumbra “acostar al Niño Jesús”, el día 24 de diciembre. Se entonan cánticos y rezos para honrarle.
También el material con el que se elaboran estas figuras ha cambiado, pues hay desde quienes las producen con cerámica, resina, plástico, tejidos de palmas, con hojas de tamal, cáscaras de frutas y papel, por mencionar sólo algunos.
Sin dudar, ésta es una tradición que año con año reúne a cientos de familias con un mismo propósito, que es el recordar que hace más de 2 mil años, un niño nació en Belén para redimir al mundo.