La Villa de Nuestra Señora de las Aguascalientes siempre había gozado de buena fama, por ser un lugar tranquilo, ideal para vivir, y lleno de gente buena y trabajadora.
Fue por eso que don Narciso Aguilar lo eligió para huir de su ciudad natal, a la que quería dejar atrás junto con sus amargos recuerdos.
Y es que, al ser un reconocido hombre de negocios en Guadalajara, siempre estaba ocupado y pocas veces asistía en su casa, donde su esposa lo esperaba. Cansada de vivir en soledad, la mujer decidió que sería buena idea buscarle un reemplazo.
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Al darse cuenta del engaño, Don Narciso se llenó de tristeza, pero no perdió la cordura; pues en lugar de írsele al cuello al amante de su mujer, decidió simplemente dejarlos seguir con sus vidas, y él buscó un lugar donde comenzar una nueva vida.
Para no vivir su aventura solo, invitó a su amigo de toda la vida, Don Cirilo Castañeda. Juntos, subieron al carruaje, que era jalado por imponentes caballos blancos, todas las riquezas de Narciso y emprendieron el viaje hacia esta tierra. Al llegar, compraron varias fincas en el Callejón del Tesoro, y se asentaron.
No salían ni hablaban con nadie, pero luego de sus labores, que eran muchas, desean un poco de aire fresco, y salían a pasear en su carruaje por las calles de la Villa.
Dicen las lenguas sueltas que, como no tenían intención de ser reconocidos, salían a recorrer las calles después de la media noche. Don Cirilo se vestía con una túnica blanca que lo cubría de la cabeza a los pies, lo que le daba una apariencia de espectro. Por su parte, Narciso lucía un traje de cuero, que lo hacía parecer un cadáver, y como tal, se colocaba en la parte de atrás del carro.
Quienes llegaron a verlos, aseguraban que se trataba de una aparición, y el ruido que hacían los cascos de los caballos contra las calles empedradas, creaba una atmósfera aún más fúnebre. Por eso, cuando se escuchaban a lo lejos, rápido cerraban con llave sus puertas, aseguraban sus ventanas y apagaban la luz, para no ser molestados por el espectro.
Estas historias hicieron que, con mayor entusiasmo, Narciso y Cirilo quisieran salir de noche, pues disfrutaban asustar a sus vecinos.
Años después Don Cirilo desapareció, nadie lo volvió a ver, ni tuvo conocimiento de su muerte; por lo que varios chismosos creyeron que su amigo lo había matado y enterrado en el corral de la casa.
Al saber que Narciso ya estaba solo, no faltó quién deseara apoderarse de sus tesoros. Entre los interesados, se encontraba el famoso Juan Chávez quien, en cierta ocasión, entró en la casa de Narciso, en medio de la noche. Al toparse con él en la penumbra, la víctima creyó que se trataba de un fantasma y del susto, murió. Así, el célebre bandido pudo quedarse con el botín.
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