Todavía faltan 7 días para el Día de Muertos, y seguramente hay quienes han consumido cantidades peligrosas de pan de muerto.
Y cómo resistirse a esta delicia esponjadita, que visita las mesas de los hogares, sólo una vez al año.
Éste pan es un alimento que tiene su origen en la Época Prehispánica, cuando nuestros ancestros realizaban varios rituales para recordar a sus seres queridos, o para despedirlos cuando dejaban este mundo.
En las ofrendas que elaboraban, colocaban varios elementos con un particular simbolismo cada uno. En este caso, el pan era para confortar a los espíritus que volvían del más allá. Sin embargo, el primer antecedente del pan de muerto, no era tan suavecito como lo conocemos hoy en día, pues estaba elaborado a base de maíz tostado y sin levadura, lo que le brindaba una textura muy seca.
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Con los españoles, también llegó la levadura que, entre muchos otros alimentos, se añadió al pan de ofrenda. Sabedores del significado de este pan, se añadieron elementos simbólicos, como las formas que los decoran.
También se añadieron otros ingredientes, como mantequilla, azúcar y, en la mayoría de los casos, esencia de naranja.
Sobre el bollo, se colocan pequeñas figuras de la misma masa, que tienen forma de huesito, y que de disponen semejando una cruz, que representa, precisamente, los huesos de los difuntos.
Actualmente, muchos panaderos, en el ánimo de atraer más consumidores, han creado una variedad de sabores del pan de muerto, que los convierte en el postre ideal de temporada, como pan de muerto relleno de nata, de cajeta o de chocolate; pan de muerto cubierto de canela, de chocolate con nuez, o de glas con limón; pan de muerto relleno de fresa o de mermelada o cubierto de ceniza de maíz.
¿Cuál es tu favorito?
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