La llegada del ferrocarril a Aguascalientes, durante el final del siglo XIX, marcó la pauta para la modernización y el avance de la ciudad. Dicho progreso tuvo diversos rostros e indicadores, que por pequeños que parecieran, en un signo del auge que le esperaba a este lugar.
Uno de ellos que, además de útil, era sumamente bello, es el tranvía. Los antecedentes ya se habían sentado con el tren, que ocasionó el incremento en el número de habitantes. Por supuesto, la movilidad de las personas a sus trabajos, escuelas y otros lugares, acorde a la época, era un pendiente qué resolver.
Así, ya casi despidiendo el siglo XIX, también llegaron los transportes basados en carros jalados por burritos o caballos. Al ver la gran demanda de este servicio, y que los trayectos eran cada vez más largos, se analizó la posibilidad de modernizar el servicio, con la entrada de grandes empresas.
De esta manera, en el mes de enero de 1883, Aguascalientes vio circular alrededor de lo que hoy es la Plaza de la Patria, los primeros tranvías, auspiciados por la razón social Tranvías del Comercio.
Los vehículos que circulaban sobre pequeños rieles, llevaban y traían pasajeros en las inmediaciones que lo hoy es el Panteón de los Ángeles, el Barrio del Encino, los baños y ex haciendas de Ojocaliente, fraccionamiento Pirules y Barrio de San Marcos, por mencionar algunos.
Durante casi dos décadas funcionó este sistema, pues en 1902, por iniciativa de los empresarios John Douglas y J. W. Overton, se introdujo un nuevo sistema de trenes urbanos eléctricos, que prestaron servicios durante más de 50 años.
Actualmente, existen Tranvías Turísticos que se dedican exclusivamente a realizar recorridos para conocer la riqueza histórica y cultural de Aguascalientes, ya no como medio de transporte. Sin embargo, evocan la belleza de los tranvías antiguos, que algún día fueron símbolo del crecimiento social y económico de la ciudad.
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