Cada 14 de agosto las calles de Aguascalientes se llenan de un sonido distintivo: el pitido de los camiones y tráileres que participan en la peregrinación en honor a la Virgen de la Asunción.
Esta tradición, profundamente arraigada en la fe católica de los transportistas locales, refleja un acto de devoción y gratitud hacia la patrona de la Diócesis.
Recordemos que es también común poder observar entre los decorados, altares completos a la Virgen de la Asunción, donde en las cabezas de trailers quedan muy bien, pero en los cofres de los taxis, gracias a su tamaño, son piezas exquisitas de admirar.
Desde las primeras horas de la tarde, los transportistas se preparan para el evento, adornando sus unidades con globos blancos y azules, colores que evocan el vestido y el manto de la Virgen.
Esta decoración no es solo estética, sino un símbolo de la protección y bendición que solicitan para sus trayectos a lo largo del país.
Los camiones, minuciosamente limpios, pulidos y encerados, se alinean en grupos de hasta seis unidades para hacer su camino hacia la Catedral Basílica de Aguascalientes. La ceremonia, que se ha mantenido durante décadas, comienza cuando los operadores de carga pesada llegan para presentar sus respetos a la Virgen.
Este ritual no sólo marca un momento de veneración, sino también una expresión de la esperanza de que la patrona continúe velando por su seguridad en el camino
El sonido constante de las bocinas durante esta peregrinación es un recordatorio de la fe inquebrantable de estos hombres y mujeres que, en su rutina diaria, encuentran en este acto un motivo para unir sus vidas con la espiritualidad y la tradición.
En cada pitido resuena una oración silenciosa, un deseo de protección y un testimonio de la devoción que define su participación en esta celebración tan significativa.
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