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Era la tarde del primero de noviembre, y en la casa de Juan se preparaban para recibir a las ánimas que año con año pasaban por la calle pidiendo a los vivos que rezaran por su descanso eterno y no se olvidaran de cuidar sus sepulcros.
A las ocho de la noche en cada casa de ese barrio, se escucha a una sola voz el rezo del padre nuestro, mientras las campanas y el arrullo de la noche acompaña la marcha de los difuntos que caminan lentamente para llegar donde yacen sus cuerpos, en el Panteón de la Cruz.
Durante el 2 de noviembre, la familia de Juan practicaba el culto a muertos, limpiaban las tumbas y las adornaban con frescas flores de cempasúchil mientras realizaban “La Ofrenda”, que consistía en llevar distintos platillos preparados especialmente para los difuntos acompañados a demás de condonches, la calabaza y el camote con la miel de abejas.
Pasados los años, Juan enfermó y a pesar de los miles de esfuerzos de sus padres para salvarlo de la muerte; la fiebre quemó sus venas y acabó con aquella vida en flor.
Sus padres, no encontraron consuelo tras la muerte de su hijo, por lo que la tristeza poco a poco terminó por matarlos a ellos también, pero cuentan los vecinos que, ese año, entre todas las almas que volvían del panteón al punto de las ocho de la noche a para pedir oraciones y el barrido de sus tumbas, sobresalían algunas voces conocidas, entre todo el pregonar de los muertos, se distinguían las súplicas de Juan y de sus padres, aquellos ruegos hacían más pavorosa aquella oscuridad, que llamaba a los vivos a guardar con respeto la hora de las almas.
Así era el toque de las ánimas que, decían llamaba a la idea de la muerte frente a la fragilidad de la vida, para que al bajar la mirada hacia los muertos, cada uno pensara en lo que sería el último destino de todos, un miserable sepulcro.
Esta es la calle de las ánimas, hoy Gómez Farías en Aguascalientes, por la que cada año regresan lentamente en marcha fúnebre aquellos cuerpos de los que ya murieron, llenando de pavor a todos los vecinos aquellas calles cercanas al panteón de la Cruz, para que nunca les falte una oración y su memoria no se olvide.
¿Te atreves a pasar por esta calle de noche?
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