Una de las costumbres que, a pesar de los años, se mantiene vivas en la celebración del Día de Muertos,
Es la de escribir el nombre de un ser querido, en la parte frontal de la pequeña calaverita. Éste puede ser de azúcar, de cartón o de barro.
La práctica está inspirada en los antiguos rituales para los muertos, que si bien no escribían el nombre de la persona a la que recordaban, los elementos tradicionales que se colocaban sobre el altar, sí se elegían pensando en lo que gustaba hacer, comer, leer o tener, cuando vivía.
Años después, se colocó el nombre en la frente de los pequeños cráneos de barro, para distinguir a quién estaba dedicado, cuando en una misma ofrenda, se recordaba a varias personas.
Posteriormente, las personas decidieron que una calavera con nombre era un obsequio, no sólo para los muertos, sino también para los vivos; y, así, pedía el nombre de su maestra, del tío, el primo y hasta del perro u otra mascota vivos, únicamente como un detalle y símbolo que les hiciera saber que los tienen presentes.
El significado que se ha atribuido a esta costumbre es como una invitación a disfrutar de la vida, pues lo único que se tiene por seguro, es la muerte.
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