/ miércoles 5 de agosto de 2020

José Luis Ibáñez, un hombre entregado a las letras, al teatro y a la UNAM: Myrna Ortega

El director, dramaturgo y maestros falleció a los 87 años de edad

Un día de agosto de 2011, José Luis Ibáñez (1933-2020) fue invitado a grabar una serie de cápsulas para Descarga Cultura UNAM. Lo único que debía hacer era recitar Primero sueño, el extenso y complejo poema de Sor Juana Inés de la Cruz. No lo pensó dos veces. Y como cualquier persona que ama su profesión, fue incapaz de negarse, aunque a sus 78 años no entendiera del todo qué era un podcast y para qué servía.

Para sorpresa de todos, cuando llegó al estudio de grabación, no pidió el libro para leer el poema. Alguien le acercó uno, pero él sólo lo vio, lo hizo a un lado y comenzó a recitar de memoria cada uno de los versos, siempre con la mirada al techo, a las paredes o al vacío, pero jamás al papel.

“Creo que esa escena resume bien quién fue el maestro Ibáñez: un hombre entregado a las letras, al teatro y a la UNAM, pero sobre todo una persona que, pese a su avanzada edad, creyó en las nuevas tecnologías para llevar el conocimiento a los jóvenes. Fue un maestro en toda la extensión de la palabra”, comparte en entrevista la secretaria de extensión y proyectos digitales de Cultura UNAM, Myrna Ortega, quien tuvo la oportunidad de colaborar con él en varios proyectos de difusión.

Se esperan días de luto en el teatro nacional. José Luis Ibáñez, fallecido ayer en la Ciudad de México a los 87 años, fue el formador de cientos de actores y directores, pero también de profesionales que después se volvieron productores, escenógrafos, técnicos o dramaturgos. Como profesor universitario, formó parte de la primera generación de la carrera de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

“El teatro es una casa que tiene muchos niveles y compartimientos, y puedo asegurar que el maestro Ibáñez habitó en cada uno de ellos. Por eso tanta gente lo respetaba y lo quería: fue un maestro noble y solidario que nunca se negó a compartir su sabiduría”, dice en entrevista Juan Meliá director de Teatro UNAM.

Uno de los episodios más reconocidos de su carrera fue cuando participó en el grupo teatral Poesía en Voz Alta (1956-1960), el cual fue dirigido por Héctor Mendoza y conformado por figuras como Juan José Arreola, Octavio Paz, Elena Garro, Leonora Carrington, Carlos Fuentes, Antonio Alatorre y Juan Soriano.

“A aquel grupo nos unió no un saber, no una conciencia, no un postulado, sino un imán que nos atrajo, como lo comprobaría el hecho de que somos todos de muy diversas extracciones y caminos y como también lo prueba el hecho de que, pasando ese contacto de entusiasmo, cada quien se fue por su lado y no permaneció”. Así, con esa sencillez y esa honestidad, describió Ibáñez a Poesía en Voz Alta en una entrevista que concedió a la Revista de la Universidad en junio de 1990.

Desde 1955 hasta finales de los años 90, fue director de decenas de obras clásicas y modernas. Entre sus montajes para teatro más reconocidos se encuentran El divino Narciso, de Sor Juana Inés de la Cruz; Las mariposas son libres, de Leonard Gershe, y La vida es un sueño, de Calderón de la Barca. Aunque también destacan Tartufo, de Molière; Las criadas, de Jean Genet, y Mudarse por mejorarse, de Juan Ruiz de Alarcón.

“José Luis Ibáñez encontró en el teatro novohispano y de los siglos de oro un lugar de donde abrevar de manera constante”, señala Meliá. “Fue un formador de muchas generaciones y por eso hoy lo aplauden desde diferentes tendencias del teatro nacional, no sólo del teatro universitario, del cual fue una figura clave para su desarrollo”, agrega.


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Un día de agosto de 2011, José Luis Ibáñez (1933-2020) fue invitado a grabar una serie de cápsulas para Descarga Cultura UNAM. Lo único que debía hacer era recitar Primero sueño, el extenso y complejo poema de Sor Juana Inés de la Cruz. No lo pensó dos veces. Y como cualquier persona que ama su profesión, fue incapaz de negarse, aunque a sus 78 años no entendiera del todo qué era un podcast y para qué servía.

Para sorpresa de todos, cuando llegó al estudio de grabación, no pidió el libro para leer el poema. Alguien le acercó uno, pero él sólo lo vio, lo hizo a un lado y comenzó a recitar de memoria cada uno de los versos, siempre con la mirada al techo, a las paredes o al vacío, pero jamás al papel.

“Creo que esa escena resume bien quién fue el maestro Ibáñez: un hombre entregado a las letras, al teatro y a la UNAM, pero sobre todo una persona que, pese a su avanzada edad, creyó en las nuevas tecnologías para llevar el conocimiento a los jóvenes. Fue un maestro en toda la extensión de la palabra”, comparte en entrevista la secretaria de extensión y proyectos digitales de Cultura UNAM, Myrna Ortega, quien tuvo la oportunidad de colaborar con él en varios proyectos de difusión.

Se esperan días de luto en el teatro nacional. José Luis Ibáñez, fallecido ayer en la Ciudad de México a los 87 años, fue el formador de cientos de actores y directores, pero también de profesionales que después se volvieron productores, escenógrafos, técnicos o dramaturgos. Como profesor universitario, formó parte de la primera generación de la carrera de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

“El teatro es una casa que tiene muchos niveles y compartimientos, y puedo asegurar que el maestro Ibáñez habitó en cada uno de ellos. Por eso tanta gente lo respetaba y lo quería: fue un maestro noble y solidario que nunca se negó a compartir su sabiduría”, dice en entrevista Juan Meliá director de Teatro UNAM.

Uno de los episodios más reconocidos de su carrera fue cuando participó en el grupo teatral Poesía en Voz Alta (1956-1960), el cual fue dirigido por Héctor Mendoza y conformado por figuras como Juan José Arreola, Octavio Paz, Elena Garro, Leonora Carrington, Carlos Fuentes, Antonio Alatorre y Juan Soriano.

“A aquel grupo nos unió no un saber, no una conciencia, no un postulado, sino un imán que nos atrajo, como lo comprobaría el hecho de que somos todos de muy diversas extracciones y caminos y como también lo prueba el hecho de que, pasando ese contacto de entusiasmo, cada quien se fue por su lado y no permaneció”. Así, con esa sencillez y esa honestidad, describió Ibáñez a Poesía en Voz Alta en una entrevista que concedió a la Revista de la Universidad en junio de 1990.

Desde 1955 hasta finales de los años 90, fue director de decenas de obras clásicas y modernas. Entre sus montajes para teatro más reconocidos se encuentran El divino Narciso, de Sor Juana Inés de la Cruz; Las mariposas son libres, de Leonard Gershe, y La vida es un sueño, de Calderón de la Barca. Aunque también destacan Tartufo, de Molière; Las criadas, de Jean Genet, y Mudarse por mejorarse, de Juan Ruiz de Alarcón.

“José Luis Ibáñez encontró en el teatro novohispano y de los siglos de oro un lugar de donde abrevar de manera constante”, señala Meliá. “Fue un formador de muchas generaciones y por eso hoy lo aplauden desde diferentes tendencias del teatro nacional, no sólo del teatro universitario, del cual fue una figura clave para su desarrollo”, agrega.


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