La Charrería, tiene sus orígenes en los caciques Otomíes, Nicolas Montañez, Fernando de Tapia y el instructor Fray Pedro Barrientos, contribuyeron en su cementación el Santo Varón Sebastián de Aparicio, adquirió la Hacienda de Careaga, entre Azcapotzalco y Tlalnepantla en el Estado de México; donde se dedicó a la agricultura, pero también a la ganadería, mostrando la doma de bovinos y luego del ganado caballar, y así nació en las Haciendas de los Estados de Hidalgo, Puebla y el Estado de México tomaron esta tradición, extendiéndose por toda la Nueva España, ejerciendo en el Virreinato de La Nueva Galicia, actual estado de Jalisco.
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Para 1880 tuvo el origen profesional, Ponciano Díaz, de Atenco Hidalgo, fue el pionero, con gran impulso, lo conocimos gracias a sus diversos corridos como “el Charro Ponciano”, en 1894 en Monterrey Nuevo León, se reunieron para irse a la Unión Americana, efectuando la primer gira charra, que se repetiría con frecuencia.
Este arte, ha sido tema de poetas, pintores, músicos historiadores, artesanos, todos amantes de las tradiciones y raíces mexicanas, en tanto que la Charrería, está vinculada también con la sastrería, la sombrerería, platería, zapatería, talabartería, fuetería, curtiduría y construcción de reatas, bordados.
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Fue declarada deporte nacional gracias a Manuel Ávila Camacho, presidente de la República, y desde entonces el 14 de septiembre como el día del Charro y es catalogado como uno de los más completos, gracias a que se realiza al aire libre y se activan todos los músculos del cuerpo, al comenzar el movimiento del caballo, para fijar la fuerza con los animales dominados.
Son 9 suertes y se denomina así, porque dependen de la voluntad de la bestia, siendo que por más entrenamiento y preparación que exista, si el animal no se presta, las suertes no se realizan con el lucimiento y éxito esperados.
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