En medio de un ambiente de gran expectación, incredulidad y hasta de morbo llegó la fecha esperada por toda la afición taurina del país y del Orbe Taurómaco. Antes de llegar la ansiada cita, se decía que se tenían muchas dudas sobre si se llenaba o no el enorme embudo pues para su época era muy grande como escenario para cualquier espectáculo, sin embargo, horas antes del arranque del festejo, las 16:00 horas, los alrededores de la plaza ya parecían hormigueros por la cantidad de gente que ya estaba lista para entrar, lo que da fe de que funcionó lo que el gobierno de la ciudad hizo al crear rutas especiales de camiones y tranvías para llegar al gran coso.
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De acuerdo con las crónicas de ese entonces, las calles que rodeaban la plaza ya eran un hervidero de gente y por ello el ambiente crecía, tanto que gracias a esos tumultos hicieron que los diestros encartelados llegaran tarde entre 10 y 12 minutos pues no se podía pasar por la cantidad de aficionados que había en la calle principal del inmueble, Augusto Rodín, por donde los toreros tenían que accesar para llegar a la rampa que los conduciría al patio de cuadrillas y a ese largo túnel que los llevaría hasta la puerta que da entrada al ruedo y entonces hacer el paseíllo.
Inclusive se comenta que era tanta la aglomeración que hubo gente que, boleto en mano, simplemente no pudo entrar a la plaza, además de que mucha de ella no encontraba la plaza, primero y, después, no daban con su localidad en los enormes tendidos de la misma que, por cierto, no estaba terminada en su fachada y que en algunos de los lugares de la zona principal de barreras se tuvieron que utilizar sillas de tule y madera.
Así entonces, siendo juez de plaza Carlos Zamora y Rosendo Béjar su cambiador de suertes, ubicado entonces el palco de la autoridad sobre uno de los túneles de sombra, todo estaba listo y dispuesto para que se hiciera el histórico paseíllo y con la plaza a reventar, por lo que en cuanto aparecieron en la nueva arena los diestros Luis Castro “El Soldado”, vestido de marfil y plata; el cordobés Manuel Rodríguez “Manolete”, de tabaco y oro y, Luis Procuna “El Berrendito de San Juan”, de celeste y oro, para lidiar un encierro bien presentado de la célebre dehesa de San Mateo, se escuchó estruendosa ovación para dar paso al despeje de cuadrillas encabezadas por cuatro alguacilillos y que todos los actuantes tuvieron que sortear un enorme arreglo floral que adornaba el ruedo.
Según lo describe el historiador don Heriberto Lanfranchi en su obra “Fiesta Brava en México y en España”, el primer toro que salió por la puerta de toriles, misma que abrió José Medina, se llamó “Jardinero”, marcado con el número 33, de pelaje negro entrepelado, bragado, caribello y vuelto de pitones, hizo salida natural, por lo que fue avisado por el peón Carlos Encinas, tocándole al subalterno de a pie Román “Chato” Guzmán dar el primer capotazo. Citó para el primer puyazo el picador José Amezola, quien marró en el intento, señalando la primera vara efectiva José Noriega “El Cubano”, quien además sufrió el primer tumbo y clavó el primer par de banderillas el mencionado “Chato” Guzmán.
Los toros de la ganadería de San Mateo, en una tarde de gloria para su divisa, por su orden de salida, fueron los siguientes: “Jardinero”, número 33; “Fresnillo”, número 3; “Gavioto”, número 55; “Gallito”, número 14; “Peregrino”, número 10, que fue se dice devuelto indebidamente y sustituido por “Monterillo”, número 13 y, cerró plaza, “Limonero”, número 82.
De la corrida, el mismo Lanfranchi apunta:
“Luis Castro ‘El Soldado’, fuera de cuatro verónicas excelentes en el primero, no hizo nada bueno ni regular en toda la tarde y fue ruidosamente pitado. Así que dio el primer muletazo, un ayudado por alto, hizo la primera faena, la primera estocada y dio el primer descabello.
Manuel Rodríguez ‘Manolete’, bien con el capote en el segundo. Hizo una excelente faena de muleta y mató de soberbia estocada, cortando una oreja a ‘Fresnillo’, la primera en la historia de la plaza, pero todo lo anterior palideció con el faenón que le realizó al sustituto ‘Monterillo’, perdiendo los apéndices por haber pinchado varias veces antes de lograr la estocada definitiva, dando vuelta al ruedo.
Luis Procuna le cortó una oreja al tercero, ‘Gavioto’, la primera concedida a un diestro mexicano y estar sensacional en el sexto, ‘Limonero’, otro toro bravísimo, hasta que sufrió una aparatosa cogida, por lo que ya sólo buscó la igualada, lo que causó desencanto en los aficionados”.
Continuará...
DATO
De 10 a 12 minutos se retrasó la inauguración de la México debido a las inusitadas aglomeraciones y ello impidió a los toreros llegar a tiempo.
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