Al caminar por plazas y parques del centro de la ciudad, es posible observar a algunas personas ofreciendo servicio de limpieza de calzado. Este oficio, conocido como “boleadores” o “limpia botas”, se han convertido en una tradición que, pese al paso de los años, se niega a desaparecer.
Como testimonio, don José Zamarripa, quien presta sus servicios en el jardín que se encuentra frente a la glorieta del Barrio de la Purísima, comparte que él se ha dedicado a lustrar zapatos desde el año 1960, cuando a la edad de 14 años comenzó como aprendiz del señor Pedro Carmona, quien falleció hace un par de años, pero que dedicó 75 años de su vida a este trabajo.
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Con el paso del tiempo, Don José comenzó su propio negocio de limpieza de calzado, lo que le ha permitido dar sustento a su familia durante 62 años; y es que él enseño a su esposa María Dolores Magdaleno, y posteriormente a sus ocho hijos, de los cuales, dos han preservado la tradición familiar.
Don José recuerda que en sus primeros años como bolero, llegaban decenas de ferrocarrileros a lustrar sus zapatos; “cada quince días venían, después de cobrar su quincena, para arreglarse el calzado e irse a festejar con sus familias”. Reconoce que el trabajo ha disminuido un poco, “sobre todo por las modas; ahora la gente ya no usa zapatos, usa tenis”, asegura que el oficio permanece porque quienes se dedican a esto, lo hacen con el corazón, con dedicación y a conciencia, para dejar los zapatos “bien boleaditos”.
Si bien, éste ha sido un trabajo desempeñado, en su mayoría, por hombres, la mujer ha comenzado a hacerse presente, como en el caso de la señora Erika Requenes Barba, quien desde hace cinco años se vio en la necesidad de buscar un ingreso extra para su hogar. La oportunidad llegó cuando su tío, de nombre Ramón Requenes, quien cuenta con más de 30 años de experiencia, decidió enseñarle a bolear. Desde entonces, Erika ha dedicado alrededor de 10 horas de su día a lustrar zapatos.
Erika asegura que no es un trabajo sencillo, pues implica mucho esfuerzo físico, y una dedicación especial en la limpieza, “eso, si uno quiere que el cliente quede contento y regrese”.
Se cree que este oficio nació en el Reino Unido, durante el siglo XIX, como una consecuencia de la popularidad que entonces cobraron los zapatos de cuero.
El proceso consiste en lavar el zapato con jabón y luego limpiar; posteriormente se aplica la tinta, la crema y la grasa. Cada una de ellas, con su respectiva tanda de “trapazos”. La cepillada es lo que da el toque final.
En México, tuvieron gran éxito desde la década de los veinte o treinta, y aunque es un oficio que ya no es tan popular, forma parte de la cultura y las tradiciones mexicanas.
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