A bordo estaban 2223 personas, entre poderosos, ricos e influyentes viajeros provenientes de distintas partes del mundo, así como humildes migrantes de Irlanda, Noruega, Suecia, Dinamarca y del propio Reino Unido.
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Fue el más lujoso, grande y complejo navío construido en su época, pues contaba con restaurantes ostentosos, piscina, bibliotecas y una estación de telegrafía a la que tenían acceso, tanto la tripulación, como los viajeros.
Su longitud era de 269 metros y contaba con 28 metros de ancho; mientras que su altura superaba los 53 metros. Su profundidad era de 20 metros, y en general pesaba alrededor de 46 toneladas. Fue construido por la empresa White Star Line, en el astillero de Belfast, en Irlanda, con un costo de 7.5 millones de dólares.
Mientras el Titanic navegaba por las aguas del océano Atlántico, chocó contra un iceberg, lo que ocasionó que su casco ubicado del lado del estribor. Eso provocó que seis de los 16 compartimientos del barco de inundaran, derivando en el hundimientos de la nave.
Eran las 23:40 horas del 14 de abril de 1912, tan sólo cuatro días después de iniciar su viaje inaugural, cuando el gran barco colisionó contra el gigantesco témpano de hielo. Bastaron dos horas y cuarenta minutos para que el Transatlántico quedara totalmente sumergido frente a las costas de la isla, entonces llamada Terranova, siendo ya las 2:20 horas del 15 de abril.
Contrario a lo fastuoso de sus acabados, servicios e instalaciones, las medidas de seguridad no eran de calidad, ni suficientes, pues los botes salvavidas sólo tenía, capacidad para 1178 personas, si se ocupaban al máximo. Sólo 709 subieron a ellos.
Sobre esta tragedia, que conmocionó al mundo en su tiempo, se han escrito incontables obras y realizado varias películas, de las cuales la más famosa, publicitada y vista es la que dirigió James Camero en 1997, protagonizada por Leonardo Di Caprio y Kate Winslet.
Así como videojuegos, documentales y novelas se han creado alrededor de este hecho histórico, también han surgido algunos mitos que no han podido comprobarse, pero que han trascendido en la memoria que ronda al Titanic; una de ellas es la que se escribió en el libro de ciencia ficción escrita por Morgan Robertson, con el título “Futality”, donde relata la historia de un navío al que creían indestructible, pero terminó hundido. A partir de esto, varios filmes realizados alrededor la naufragio del Titanic, retomaron la frase:
Ni Dios puede hundir esta nave