Cuentan los pobladores de la Gremial, una de las colonias más antiguas de la ciudad que, en una ocasión hubo una tormenta muy fuerte en la ciudad y en la colonia se encontraba un arroyo donde desembocaba mucha agua entre las calles Félix de la Paz y Norberto Gómez, que era conocido como el Arroyo de la Gremial.
En ese tiempo, estaba en una zona despoblada, sin luz, no estaba entubado y sin pavimento.
Una noche oscura caminaba un par de niños que eran hermanos, su madre los había mandado a la tienda de la esquina a comprar leche para cenar, repentinamente empezó a caer una tormenta tan fuerte, que aumentó el caudal de agua en ese arroyo en segundos, y precisamente cuando pasaban los niños se los llevó la corriente.
Luego de un rato, al no llegar a su casa, todos los vecinos salieron a buscarlos ante el grito desesperado de su madre, lamentablemente nunca los encontraron.
Desde entonces, todas las noches y más los días en que llovía mucho, se escuchaban los gritos de dos niños pidiendo ayuda, mismos que se perdían en la oscuridad.
Por muchos años ese trayecto del arroyo permaneció cerrado para toda la gente, ya que le llamaban el arroyo de los niños desaparecidos, hoy ya hay luz, pavimento y está poblado, pero cuando se va la luz y llueve, cuentan que se siguen escuchando los gritos de los niños pidiendo ayuda.
Cuando mis hermanos y yo íbamos a la primaria, pasábamos muy cerca de ahí, pero siempre corríamos para no escuchar los lamentos de esos niños, teníamos miedo de pasar a cualquier hora, porque en la mañana como en la noche decían que se escuchaban.
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