México está inundado de leyendas que han cautivado a sus pobladores con esa esencia que las caracteriza. Encontramos historias que van desde una ambientación muy relajada y pintoresca, hasta aquellas que nos hacen preguntarnos cuan estamos expuestos a fenómenos sobrenaturales.
Es gracias a través de estas historias en los que exploramos también diversos temas universales como el amor y la justicia, lo que permite a las generaciones más jóvenes crear un lazo de conexión con su identidad cultural que por supuesto, se seguirá transmitiendo con el paso de los años.
Es en la Ciudad de México donde podemos encontrar parte de grandes historias que nos envuelven en una nube de misterio de la que no podemos escapar fácilmente. Sus calles nos cuentan hechos escalofriantes en los que a veces no deseamos acercarnos; pero es de suma importancia saber por qué algunas de ellas nos transmiten vibras muy extrañas.
Hay un callejón en específico que tiene una historia oscura qué contar, algo que puede explicar el por qué los vecinos y otras personas se sienten inseguras al caminar en él.
Fue en la década de los años 30's cuando el barrio de Santa Catarina, ubicado en la alcaldía de Coyoacán, Ciudad de México, respiraba un aire lleno de paz y tranquilidad. Los habitantes realizaban sus actividades de manera normal; algunos se encontraban por las calles caminando, otros, sentados y platicando con amigos o conocidos.
El Callejón del Aguacate siempre fue conocido por ser un sitio pequeño y empedrado donde algunas personas solían caminar en búsqueda de momentos de tranquilidad, pero también para contemplar los diseños de aquellas viviendas.
Allí vivía un militar que era conocido como los vecinos como un hombre recto y disciplinado, al que siempre veían caminar por las calles con ese característico uniforme que imponía. No muchos lograron mantener contacto con él, por lo que era muy raro que se le viera acompañado de alguien o conviviendo con otra persona más.
Si bien el hombre solo tenía imagen de alguien “frío”, la realidad es que no tenía ningún problema con nadie; sin embargo, todo cambió cuando en una de esas salidas, el hombre fue interceptado por un curioso niño, quién quedó asombrado al mirar aquellas medallas que resplandecían el uniforme del militar.
Al sentirse “invadido”, aquél hombre no tardó en mostrar su molestia por la insistencia del pequeño por seguir admirando su uniforme, así que, sin pensarlo, lo tomó del brazo y le dio un fuerte golpe que le arrebató la vida. Allí, quedó el niño tendido sobre el asfalto ante el asombro del militar, quién cambió su expresión de ira por asombro; él mismo no podía creer lo que había hecho.
Según algunos de los habitantes, se tienen dos versiones de lo que pasó después de este suceso, y es que la primera relata que cuando el militar se percató del fallecimiento del pequeño, tomó la decisión de llevar su cuerpo a un árbol para depositarlo en una cuerda; otros dicen que la situación lo dejó en shock, por lo que un acto de arrepentimiento, colocó al niño en una zona central y le colocó un altar con una Virgen de Guadalupe para que toda persona que caminara por ahí, pudiera orar por el alma del niño.
Conforme fue pasando el tiempo, los pobladores aseguraron que, tras el incidente, el alma del niño vaga por todo el callejón, llegando incluso a escucharse sus llantos de dolor, algo que ha aterrado a varios de ellos.
Hoy en día, al tratarse de una zona residencial, la gente recomienda transitar por el callejón con absoluta discreción, sobre todo si se visita de noche. De la vida de aquél militar que fue el causante de esta desgracia poco se sabe; la gente desconoce si murió en su casa o en algún hospital a causa de una enfermedad; lo único que tienen en mente es que no solamente el alma del niño recorre este callejón, sino también este disciplinado hombre que también expresa su dolor por haberle arrebatado la vida a un pequeño sólo contemplaba la belleza de su uniforme.
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