La sociedad porfiriana vivía en quietud, todo marchaba increíble en las grandes fuerzas políticas; parecía todo se había fraguado correctamente en referencia a los cargos públicos hasta que una noche, en una redada, fueron apresados 41 “maricones” (como eran nombrados en aquel entonces) que se remitieron a la celda J de la prisión de Lecumberri.
La historia relata que hubo muchas inconsistencias en aquella historia que recién ameritó una película protagonizada con esmero por Poncho Herrera, el personaje: “Ignacio de la Torre y Mier”, el marido de la hija predilecta de Don Porfirio, Amada Díaz ( su primera hija y de una mujer indígena de Huamuxtitlán); habrían de contraer un codiciado matrimonio que padecería las burlas ocultas de la prensa, por el actuar del yerno de Don Porfirio.
El baile de los 41 es uno de los escándalos más populares de principios del siglo XX, algunos calificaban en sus escrituras de antaño, que la homosexualidad era un fenómeno que inherentemente iba de la mano con la historia de la humanidad y su desarrollo, pero esta realidad se volvió leyenda y marcó un hito en la historia de México.
Fue la madrugada del domingo 17 de noviembre de 1901, que en el domicilio ubicado en la calle de la Paz (hoy Ezequiel Montes), en el número 4 de la colonia Tabacalera se desarrolló un baile que contaba de manera clandestina con 42 invitados que serían sorprendidos por una invasiva redada, que decían llegó porque no se contaba con los permisos debidos, la historia se relató con un escrito:
“Aquí están los Maricones MUY CHULOS Y COQUETONES. Hace aún muy pocos días que en la calle de la Paz, los gendarmes atisbaron un gran baile singular. Cuarenta y dos lagartijos disfrazados, la mitad de simpáticas muchachas bailaban como el que más. La otra mitad con su traje, es decir de masculinos, gozaban al estrechar a los famosos jotitos; vestidos de raso y seda al último figurín, con pelucas bien peinadas y moviéndose con chic”.
El problema, no fue solamente la escena, sino que… los invitados era la élite de la sociedad, el personaje que más resaltó fue Ignacio de la Torre, por lo que, se dio a conocer en el reporte policial que fueron 41 personas, la prensa no dejó huella de la ausencia del nombre de un hombre que estaba estimado trabajaría en el rumbo del país, sucediendo a su suegro Porfirio; la historia de la ley no le perjudicó, sin embargo, los rumores tuvieron cabida y se expandieron más temprano que tarde.
La causa de la aprehensión fue “ataques a la moral” y se les condujo a la comisaría de policía, de la celda J de Lecumberri y al final se trasladaron a la cárcel de Belén y varios de ellos fueron a dar a Yucatán para realizar trabajos forzosos, únicamente los más pobres fueron a dar allá, puesto de los 42 solo 19 fueron apresados y los que tenían mayor recurso compraron su libertad.
Recordemos que en esos tiempos, la sociedad era sumamente conservadora, perder la virginidad antes del matrimonio, el sexo sin fines reproductivos, el conocimiento de la anatomía así como la masturbación y desde luego la homosexualidad eran actos absolutamente reprobados por el escarnio público.
“Depravados y perversos” fueron así tachados, pues la historia se volvió una mina de oro para la prensa; el periódico Regeneración y el Popular guardaron entre sus páginas esta oda de mentiras que se fraguaban alrededor de la historia que hoy es leyenda de la diversidad; este baile no fue ni el primero, ni mucho menos el último; fue vendido por la prensa como una representación poco viril, criminal y enferma de hombres “de malas costumbres”, pero fue así como se puso la homosexualidad sobre el radar de la sociedad porfiriana, sobre todo porque se trataba de jóvenes del mayor prestigio en el país; donde sin distinción la marginación y el repudio se hicieron presentes.
Carlos Monsivaís relató en un artículo al respecto, que la redada de 1901 inventó la homosexuaidad en México, “cada homosexual en México después de la redada ya no se siente solo, en el espíritu de la orgía interrumpida lo acompañan los 41”, si bien los homosexuales siempre se han desarrollado, el baile delata una sólida organización social, en un sector históricamente discriminado, mal visto, relegado y hasta entonces oculto.
Fue hasta los años 70's que se detonaron las reivindicaciones sociales para este sector y hasta finales del siglo algunos medios de comunicación comenzaron con el abordaje de la sexualidad como un tema con perspectiva de derechos y alejada de un discurso que atinaba a lo criminológico o lo psiquiátrico.
Como dato: El temoral al 41
Esta historia denota otras acciones históricas como el miedo en los hombres a cumplir 41, “porque se les caía la mano”, entre otras referencias a “ser gay” con ese número; de igual forma, se popularizó el uso de la celda “J” en Lecumberri, dando paso a que se llamará a los ahí recluidos como los famosos “jotos”, (así conocidos).
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