Seguramente, cuando niños y adultos piensan en los Reyes Magos, se vienen a la mente los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar. Sin embargo, existe una leyenda que asegura que existió un cuarto monarca, llamado Artabán, pero que muy pocos conocen.

Este relato asegura que hubo otro monarca, que habitaba en el Monte Ushita, que emprendería el viaje con los tres que ya se conocen, para ir a adorar del Niño Jesús. Como ya Melchor llevaba mirra; Gaspar, el incienso; y Baltazar, el oro, Artabán llevaba como ofrenda para el recién nacido, un cofre lleno de perlas y otras piedras preciosas.

Sin embargo, Artabán nunca llegó a su destino, pues la nobleza de su corazón le trazaría un propósito distinto; pues en el camino se encontró con mendigos, enfermos y necesitados, a quienes entregó cada una de los tesoros que guardaba en su cofre. Éstas acciones de caridad, provocarían que llegara tarde al lugar donde se reuniría con los otros tres, quienes ya se habían marchado.

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Pese al inconveniente, decidió seguir el camino por su cuenta; pero al llegar a Belén, se encontró con que José y María ya habían huido a Egipto, pues la matanza de infantes ordenada por Herodes, había comenzado.

El anhelo de este Rey Mago, de adorar al Salvador era tan grande, que le buscó durante más de 30 años. Siendo ya un anciano, en su lecho de muerte y lleno de tristeza por nunca haber encontrado a Jesús, fue consolado por Dios, y recibió como recompensa por su nobleza y bondad el Cielo mismo, pues sin dudarlo, pasó su vida ayudando a todo aquel que lo necesitaba.

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