Durante la celebración de las tradicionales posadas navideñas, es común que después de romper la piñata, cada persona que acudió, reciba una bolsita llena de dulces; es decir, un bolo.
También conocidos originalmente como aguinaldos, son la delicia de chicos y grandes, pues luego de la comilona de la posada, no está de más saborear un chocolatito o una gomita de fresa.
Sin embargo, no siempre los bolos se conformaron con dulces de marcas comerciales y reconocidas, sino que todavía en la década de los ochenta y principios de los noventa, tenían cacahuates, naranjas y galletas.
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De acuerdo a la historia de los “aguinaldos”, éstos aparecieron en México durante la época de la conquista, cuando los españoles celebraban las “misas de aguinaldo” que, a su vez, dieron origen a las posadas. Eran llamadas así porque luego, de la representación viviente que se realizaba, del peregrinaje de María y José hacia Belén, se entregaban a los asistentes, un conjunto compuesto por cañas, tejocotes y otros frutos, envueltos en una hoja de maíz o en papel.
Con el paso del tiempo, y como sucede con la mayoría de los rituales y celebraciones, se añadieron otros elementos que pueden variar según la región del país, o las costumbres de las comunidades.
¿Qué lleva un bolo?
De manera general, un bolo tradicional se conformada de un buen puñado de cacahuates, que las personas disfrutaban desde el momento de romper la cáscara; también había galletas betunadas o, en algunos casos, de animalitos. En cuanto a las frutas, se incluían naranjas, mandarinas, cañas, tejocotes y, en algunas zonas, piñones, nueces o almendras. Y como los dulces no podían faltar, se añadían las llamadas colaciones, que eran dulces de caramelo macizo (muy macizo), de muchos colores, elaboradas a base de azúcar y fécula de maíz; por cierto, ya eran populares en las posadas, desde el siglo XIX. Todo esto se entregaba en una bolsita de plástico, atada con un lacito de colores.
Actualmente y con el propósito de hacerlos aún más llamativos, especialmente para los niños, algunos se entregan en cajitas decoradas con motivos navideños o en morralitos alusivos a la festividad.
Finalmente, sin importar los componentes o la decoración, el bolo navideño es una tradición que emociona a todos por igual.
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