Existen diversos factores que pueden afectar y provocar problemas de salud mental en las personas. Los padecimientos relacionados con la audición, motivados por el paso de los años y la falta de tratamiento a tiempo, son una de ellas. En este sentido, los problemas de integración y socialización de las personas que lo sufren pueden agravar su calidad de vida.
La OMS (Organización Mundial de Salud), advierte que, 432 millones de adultos y 34 millones de niños requieren rehabilitación para sus problemas auditivos.
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Aun cuando los números son preocupantes, las estadísticas relacionadas con quienes recurren a los especialistas para un simple control auditivo son bajas. Pero, cuando lo hacen, se encuentran con una amplia propuesta de opciones y tratamientos adecuados a cada caso que les permitan superar los estigmas sociales que resultan clave para mejorar su bienestar.
La familia y su importante rol:
Los primeros en darse cuenta suelen ser los familiares y personas cercanas ya que denotan como la comunicación empeora y hay cambios en la personalidad y estado de ánimo de quien lo atraviesa. “Enmascarar los primeros síntomas que se manifiestan en este tipo de cuadros puede reducir las posibilidades al momento de la consulta con el especialista. Este sea relacionado directamente al tema acústico o bien emocional”, comenta Catalina Bulla, especialista audióloga de GAES México.
Se dice que alguien sufre pérdida de audición cuando no es capaz de oír tan bien como una persona cuyo sentido del oído es normal. La pérdida de audición puede ser leve, moderada, grave o profunda. Puede afectar a uno o ambos oídos y traer dificultades para oír una conversación o sonidos fuertes.
Trastornos emocionales:
Ante los primeros síntomas de pérdida auditiva es muy común que las personas pasen por la etapa de negación. Saben que tienen el problema, pero no quieren reconocerlo, porque lo relacionan con envejecer. Los problemas de audición, además, conllevan una serie de cambios en la manera en la que los afectados se relacionan con su entorno afectando a su calidad de vida. En alguna parte, esto se debe a que, el hecho sufrir una merma en la audición, es una condición que, en muchas ocasiones, es difícil de percibir para los que no la sufren.
El déficit auditivo puede traducirse en un sentimiento de minusvalía y falta de integración, y las complicaciones que devienen de estos problemas y desencadenan en falta de comunicación con otros, conduce a un desarrollo social y emocional alterado, predisponiendo a baja autoestima, dificultad para reconocer las emociones o mostrar empatía además de tener mayor dificultad para controlar los impulsos.
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