El elevado costo de la comida llegó para quedarse. El mundo quizá deba acostumbrarse a alimentos caros, aseguró ayer el economista Jorge Armando Lozano González. Las alzas de los últimos meses obedecen en buena parte a factores transitorios, como las alteraciones climatológicas, pero el aumento de la demanda de alimentos se debe ante todo a cambios estructurales irreversibles en la economía mundial, aseguró.
En todo caso, la solución a partir de una mayor oferta de granos y otros productos alimenticios no debe esperarse pronto, consideró con base en un reciente informe difundido por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Además, por si fuera poco, hay una relación entre el alza en la factura de la comida y las tensiones políticas entre las naciones.
Cabe esperar que a la larga el aumento de la oferta reaccione, como ha hecho en otros periodos, ante los nuevos precios y alivie las presiones en los mercados de alimentos, pero esta reacción tomará años, no meses, indicó.
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Además del tiempo que habrá que esperar para que la oferta de alimentos llegue a satisfacer la demanda creciente, explicó Lozano González, se suma la posibilidad de una mayor escasez mundial de insumos claves para la producción, como tierra, agua y energía, que quizá podría contrarrestarse con tecnología y mejores rendimientos de los cultivos.
Los precios de los alimentos se dispararon a partir del segundo semestre de 2010. La tendencia siguió en los primeros meses de este año. El costo de los cereales básicos prácticamente duplicó al de hace una década, lo mismo que ha ocurrido con las carnes y los aceites comestibles. Las alzas pueden haber contribuido al malestar social en Medio Oriente y norte de África, apuntó.
Las noticias del alza en el costo de la comida son malas para los consumidores, pero peores para los pobres y los consumidores en las economías en desarrollo, añadió el organismo en un reporte publicado este mes. El mundo se acostumbró a alimentos relativamente baratos en los años ochenta y noventa del siglo anterior, cuando los precios, ajustados según la inflación para tener su valor real, eran más bajos que durante los años de la gran depresión de finales de los veinte y treinta.
Desde comienzos de este siglo los precios han subido, salvo un periodo breve durante la crisis financiera de 2008 y 2009, y eso apunta a que se trata de una tendencia y no de una situación pasajera.
La tendencia alcista, consideró el analista económico, puede deberse sobre todo a que los consumidores en los países en desarrollo están enriqueciendo y cambiando su dieta: recurren más a alimentos de alto contenido proteico como carne, lácteos, aceites comestibles, frutas y verduras y pescado. En todos estos casos, cuanto más gana la gente, mayor es la demanda de estos alimentos, mientras el consumo de cereales es más lento o incluso negativo. Sin embargo, los cereales son utilizados para engordar el ganado, lo que hace crecer la demanda aunque disminuya el consumo humano.
Esto incrementa la demanda de recursos agrícolas escasos. Por ejemplo, quizá se dediquen más hectáreas al pastoreo que a la siembra, y más cultivos a la alimentación de animales. Por eso las economías en desarrollo representan unos tres cuartos del crecimiento total de la demanda mundial de los principales cultivos desde inicios de la década de 2000.
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Está también el tema de los combustibles, como otro de los factores que han influido en los mercados de alimentos en la última década, comentó. En 2010 la producción de etanol -que se añade a la gasolina automotriz para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero- absorbió alrededor de 15 por ciento de la producción mundial de maíz, según el organismo. Otros cultivos empleados para biocombustibles son la caña de azúcar, la almendra de palma y la colza.
Los altos precios del petróleo también inciden en el costo de los alimentos de manera directa, porque se utiliza en la producción de insumos, como fertilizantes, y en todo el ciclo de producción, desde la siembra hasta la distribución.
Hay otros factores. En los últimos diez años, la productividad mundial (volumen por hectárea) ha disminuido en el caso del arroz y el trigo y se ha estancado en las del maíz y la soya.
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