/ lunes 21 de marzo de 2022

María Elena Ríos, saxofonista agredida con ácido, toma el Vive junto a Maldita Vecindad

La saxofonista oaxaqueña participó en el cierre de la primera jornada del Vive Latino 2022 junto a la Maldita Vecindad

El regreso del Vive Latino al Foro Sol durante el pasado fin de semana dejó escenas de postal para marcar una especia de regreso a la normalidad tras la pandemia de Covid-19, entre ellas la participación de la saxofonista María Elena Ríos, agredida con ácido en 2019, en el número de Maldita Vecindad en el cierre del primer día del festival.

El grupo terminaba de homenajear a Eulalio Cervantes Galarza, saxofonista fundador de la banda fallecido el año pasado, cuando la música mixteca se unió al grupo en el escenario del Vive para interpretar las últimas canciones del programa.

La saxofonista se plantó frente al multitudinario público que presenciaba el regreso del Vive Latino con los estragos que le dejó el ataque con ácido que sufrió en 2019; sin embargo, en el escenario lo que brilló fue su talento.

Ríos interpretó junto a la Maldita una de las canciones más emblemáticas de la agrupación, Kumbala, en la que el saxofón es uno de los instrumentos principales.

Agresión con ácido a manos de político

La vida de Malena, como la conocen en su círculo cercano, cambió por completo en septiembre de 2019, cuando Juan Antonio Vera Hernández, hijo del exdiputado Juan Antonio Vera Carrizal, le recoció el cuerpo, desde la cara hasta las piernas, con ácido sulfúrico, presuntamente por orden de su padre, con quien Ríos había mantenido una relación.

De acuerdo con María Elena y sus familiares, la relación siempre fue violenta, desde psicológica hasta sexual, que terminó con el intento de feminicidio que dejó marcada para siempre a la saxofonista oaxaqueña.

Malena pasó meses hospitalizada en el Instituto Nacional de Rehabilitación de Quemados de la Ciudad de México, pero su recuperación se ha extendido desde entonces hasta la fecha, buscando reducir las marcas que la violencia machista dejó en su rostro.

Su participación en el escenario del Vive Latino, uno de los festivales más importantes del país, representa entonces para María Elena Ríos no sólo un logro personal, sino un renacer simbólico de una agresión que va más allá del ácido que disolvió su piel, hasta la violencia ejercida por instituciones de justicia que obstaculizaron su derecho a la justicia.

El regreso del Vive Latino al Foro Sol durante el pasado fin de semana dejó escenas de postal para marcar una especia de regreso a la normalidad tras la pandemia de Covid-19, entre ellas la participación de la saxofonista María Elena Ríos, agredida con ácido en 2019, en el número de Maldita Vecindad en el cierre del primer día del festival.

El grupo terminaba de homenajear a Eulalio Cervantes Galarza, saxofonista fundador de la banda fallecido el año pasado, cuando la música mixteca se unió al grupo en el escenario del Vive para interpretar las últimas canciones del programa.

La saxofonista se plantó frente al multitudinario público que presenciaba el regreso del Vive Latino con los estragos que le dejó el ataque con ácido que sufrió en 2019; sin embargo, en el escenario lo que brilló fue su talento.

Ríos interpretó junto a la Maldita una de las canciones más emblemáticas de la agrupación, Kumbala, en la que el saxofón es uno de los instrumentos principales.

Agresión con ácido a manos de político

La vida de Malena, como la conocen en su círculo cercano, cambió por completo en septiembre de 2019, cuando Juan Antonio Vera Hernández, hijo del exdiputado Juan Antonio Vera Carrizal, le recoció el cuerpo, desde la cara hasta las piernas, con ácido sulfúrico, presuntamente por orden de su padre, con quien Ríos había mantenido una relación.

De acuerdo con María Elena y sus familiares, la relación siempre fue violenta, desde psicológica hasta sexual, que terminó con el intento de feminicidio que dejó marcada para siempre a la saxofonista oaxaqueña.

Malena pasó meses hospitalizada en el Instituto Nacional de Rehabilitación de Quemados de la Ciudad de México, pero su recuperación se ha extendido desde entonces hasta la fecha, buscando reducir las marcas que la violencia machista dejó en su rostro.

Su participación en el escenario del Vive Latino, uno de los festivales más importantes del país, representa entonces para María Elena Ríos no sólo un logro personal, sino un renacer simbólico de una agresión que va más allá del ácido que disolvió su piel, hasta la violencia ejercida por instituciones de justicia que obstaculizaron su derecho a la justicia.

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