Empresas vacías, hospitales llenos. Médicos cansados, panteones cerrados, crematorios trabajando a tope las 24 horas del día, negocios que apenas logran sobrevivir y muchos otros que han debido cerrar, hogares convertidos en oficinas y escuelas, pero sobre todo dolor, mucho dolor y un ritmo de vida trastornado, es el saldo que, hasta el momento, deja a los aguascalentenses el primer año de pandemia, un año de propagación de un nuevo coronavirus de origen chino que, literalmente, ha cambiado la vida de la humanidad.
Hace exactamente un año, se comenzaba a esbozar públicamente el problema que venía, si bien pocos podrían haber predicho la magnitud del alcance y daño que provocaría. En Aguascalientes y, en general dentro de la República Mexicana quienes prestaron atención al asunto, lo veían como un problema de China y, para la mayoría, el nombre de Wuhan les sonaba tan desconocido como distante.
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Sin prestar atención a lo que venía, los aguascalentenses nos preparábamos para las fiestas decembrinas, nos preocupaba más la cena de Navidad, los regalos, las posadas y el atiborrar tiendas y centros comerciales, sin saber que esa sería la última ocasión que podríamos acudir de compras, cuando menos como estábamos acostumbrados.
Mientras nos manteníamos en nuestro estilo de vida, la misteriosa enfermedad iba ganando paso, valiéndose, irónicamente, de nuestro acelerado ritmo de vida. El poder dar la vuelta al mundo en un lapso muchísimo menor que los 80 días soñados en 1872 por Julio Verne, se convirtió en la principal ventaja a favor del Covid-19.
Fue así como, el 12 de marzo de 2020, el SARS-coV-2 llegó a Aguascalientes, de la misma manera que lo hizo a prácticamente cada rincón de la tierra: por avión. Y fue un joven de 25 años, quien cursaba en España sus estudios universitarios, el que lo trajo consigo. Dejó la península ibérica ante el crecimiento inicial de la enfermedad en aquel territorio y viajó con el virus hacia su tierra natal, donde hasta ese momento solo permanecíamos expectantes, viendo cómo el mundo se infectaba y sabedores que no pasaría mucho tiempo antes que nos uniéramos a las cada día más crecientes estadísticas.
Demasiado nerviosos, pues no tenían la menor idea de qué hacer ante esta amenaza, integrantes del gobierno y el sector salud estatal no tuvieron más remedio, el 15 de marzo, que anunciar el primer contagio por Covid-19 en Aguascalientes, así como que otras 11 personas que viajaban con él en un avión comercial en que se trasladó desde la Ciudad de México, eran consideradas como sospechosas, sin que se confirmara que alguno de ellos era portador.
A los pocos días, el 18 de marzo y en previsión de evitar un daño mayor el Ayuntamiento de Aguascalientes emitió, ante una férrea oposición del gobierno estatal, el primer decreto que obligaba a cerrar, de manera total y hasta nuevo aviso, bares, billares, centros nocturnos, cantinas, casinos, cenadurías cafeterías, cines, centros sociales, restaurantes, merenderos, gimnasios, salones de fiestas y, en general todo aquel sitio donde acudieran más de 50 personas.
El 23 de marzo, el Instituto de Educación de Aguascalientes, de manera conjunta con el SNTE acordaron enviar a su casa a más de 180 mil alumnos de educación básica de todo el estado e iniciar, de manera atropellada, un sistema de educación a distancia para el cual ni alumnos, maestros o padres de familia, se encontraban preparados. Hasta el momento no existe fecha probable para un regreso presencial a las aulas.
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Para el 30 de marzo, la mayor parte de las oficinas gubernamentales y de la iniciativa privada, determinaron implementar, también de manera apresurada, esquemas de trabajo basados en el concepto de home office. Muchos de estos empleados mantienen aún esta modalidad.
Ese mismo día, el obispo José María de la Torre Martín emitió un decreto eclesial mediante el cual ordenaba que las misas se llevaran a cabo sin la presencia de fieles, la suspensión de ceremonias como bodas, 15 años y primeras comuniones.
La industria pilar de la entidad, la automotriz, que da empleo directo a más de 20 mil personas, inició un paro paulatino de actividades el 26 de marzo, que se volvió total durante el mes de abril y permaneció así hasta mediados de mayo. El 25 de junio la empresa Nissan anunció que prescindiría de 200 empleados, ante la baja en producción, derivada de las pocas ventas en el mercado internacional.
A pesar de todos los esfuerzos, el 10 de abril sobrevino la primera muerte causada por el Covid-19 en el territorio de Aguascalientes, en un hombre de 59 años, quien contrajo la enfermedad durante una visita a territorio estadounidense. Esta persona fue internada en el Hospital Hidalgo el 29 de marzo, donde permaneció intubado hasta su deceso.
El principal, y prácticamente único, atractivo turístico del estado, la Feria Nacional de San Marcos, programada para llevarse a cabo originalmente del 17 de abril al 10 de mayo, fue pospuesta a regañadientes por las autoridades y, unos meses más tarde, cancelada de manera definitiva. Misma suerte tuvieron el Festival de la Ciudad, la Feria de las Calaveras, Villa Navidad y otros eventos.
La exigencia, principalmente de los empresarios y una falsa percepción de que se mantenía un bajo nivel de contagios y muertes, provocó se permitiera, el 1 de junio el regreso a las actividades, bajo la modalidad de “nueva normalidad”. Desde esa fecha los contagios se han incrementado 1,016.77% y las muertes aumentaron 3,136%. Adicionalmente somos de los estados con mayor y permanente saturación hospitalaria.
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Durante estos meses han existido más intentos aislados por detener el avance de este mal, como dos decretos de Ley Seca, del 13 al 20 de noviembre, en plenas fiestas patrias y, el más reciente, del 17 al 30 de noviembre.
Este mismo mes se decretó un nuevo cierre de comercios locales por dos semanas, pero nada parece dar resultado, ante una población que, en gran medida, se niega a respetar las medidas de sana distancia, lavado de manos, uso de cubrebocas y sigue abarrotando sitios públicos y de asistencia común, con un total desdén por una pandemia que está más activa que nunca.
3,136%
Ha aumentado la tasa de mortalidad por Covid-19 desde el regreso a la nueva normalidad
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