En la misa dominical del 08 de Octubre con el Obispo Juan Espinoza Jiménez, de las 10:00 de la mañana, compartió que la sequía es un castigo, y que cada vez se saca el agua de los mantos de profundidades mayores, así como descabelladas, los mantos son día con día más profundos y la extracción del agua más invasiva.

“Los seres humanos usurpamos al acreacion quenos ha sido dada en administración, queremos ser los únicos propietarios y deseamos poseer el mundo de manera ilimitada, destuyendo bosques, contaminando las aguas, degradando el medio ambiente y excluyendo a Dios de nuestros horizontes”.

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Recalcó lo bello que le han contado de Aguascalientes, sobre las aguas termales, los ríos, y ahora únicamente son recuerdos porque está la ciudad invadida de cotos cerrados y empresas, señalando que “a costo de qué”, se ha permitido, ordenado, conseguido ese nivel de invasión de la naturaleza en la entidad.

“Cuando hay ambición, cuando no hay una verdadera mitrada de los ojos de dios nos podemos desviar y creyendo que estamos haciendo las cosas bien, podemos hacer mucho daño, ya la naturaleza está reaccionando nosotros hemos sido castigados con la sequia este año, salimos más allá de Calvillito y la tierra es árida, lo que era de temporal se perdió”

Dejó claro en su homilía que esta sociedad tiene entre sus pretensiones echar a Dios de su propia viña, quitando y sacando todos los artículos religiosos de las escuelas y las instituciones, impidiendo que de esta manera la enseñanza de la religión se disminuya, así como retardando el bautismo, siendo primordial sacramento, para los recién nacidos.

Es lamentable, según compartió, el hecho de que las nuevas ideologías, así como la distribución de las ya conocidas, con diversos intereses, estén haciendo a un lado al verdadero Dios, yendo incluso en contra de la vida y de la propia dignidad de los seres humanos.

Por último lanzó un llamado para los fieles, invitando a que se pregunten qué frutos espera Dios Padre de cada uno, de igual modo, qué esta haciendo cada uno, para que al final de la propia vida terrenal, se cuente con el amor y los frutos de misericordia que en vida, con las obras, se hayan ofrecido por el resto de los hermanos humanos.

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