Una de las ofrendas de mayor tradición que se elabora para las fechas conmemorativas referentes a el Día de Muertos, es el pan de muerto, que se compone de una mezcla de mantequilla, azahar, naranja y anís.
El origen de esta delicia culinaria se dio en las culturas prehispánicas, cuando se creía que las mujeres que morían en el primer parto se convertían en mariposas y rondaban por los aires causando enfermedades en los niños; tras esta creencia se elaboraba un pan conocido como Yotlaxcalli, hecho a base de miel y amaranto, que tenía como finalidad servir de ofrenda para que las almas de las mujeres descansaran en paz.
A decir de Ricardo Villalobos González, panadero con 22 años de experiencia, este pan simboliza una persona muerta, además, mencionó que según la región del país varia la presentación e ingredientes que mezclados dan origen a una gran variedad de texturas, colores y sabores.
En el Estado de México y en la Ciudad de México, la pieza de pan es espolvoreada con azúcar blanca y rosa, con la intención de recordar el uso ceremonial del color rojo de la época prehispánica; en Mixquic, Ciudad de México, el pan de muerto se elabora en forma de rosquilla hecha con azúcar colorada, decorada con ajonjolí y granillo, lo que resulta en una pieza conocida como “despeinada”; en Acámbaro, Guanajuato, se lleva cabo la elaboración de conejos, mulas, borregos, pan de canela y figuras humanas glaseadas en color blanco para representar a la “muerte niña”, mientras que a los adultos se les simboliza con un punto de azúcar rosa que se coloca en el centro de la pieza de pan.
En Aguascalientes, el pan de muerto tradicional es redondo u ovalado, grabado con representaciones de los huesos, al centro se coloca un círculo elaborado con la misma masa, detalle que simula el cráneo humano, los ingredientes varían según el gusto de quien lo elabora, además, las representaciones y diversidad de diseño depende de la demanda de quienes lo consumen.