/ viernes 14 de septiembre de 2018

A 50 años, esta es la verdadera historia que nadie quiere contar sobre el linchamiento en Canoa

Toda una vida ha pasado y una masacre quiere ser olvidada. Aquí te dejamos el relato contado por uno de los sobrevivientes

A 50 años, del primer linchamiento de Puebla en la comunidad de San Miguel Canoa, pobladores quieren que México olvide la masacre y evitan hablar de ello.

Hay opiniones encontradas entre los habitantes sobre conservar la vida de quienes son juzgados por “ser buenos o malos”, sin embargo la mascare aún es recordada.

Aquí te dejamos la verdadera historia del linchamiento en Canoa, contada por uno de los sobrevivientes.

"Perdí tres dedos", cuenta sobreviviente de linchamiento en Canoa

Las cicatrices aún no se borran y la ausencia de tres dedos en la mano izquierda de Julián González Báez dan cuenta de lo que sucedió el 14 de septiembre de 1968, cuando junto con otros cuatro compañeros de trabajo de la Benemérita de la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) fueron brutalmente golpeados por los habitantes de San Miguel Canoa al ser confundidos como promotores del comunismo.

De ese agrio hecho, ya hace 50 años, hay una fotografía de él con Pilar Flores, su esposa, saliendo del hospital civil ahora denominado “Universitario” con la mano completamente vendada, pero juntos, abrazados y felices.

Julián es uno de los tres sobrevivientes de lo que podría llamarse el primer linchamiento en Puebla. Cumplirá este 22 de noviembre 76 años de edad con una insólita historia que narra continuamente a sus 14 nietos y 13 bisnietos.

Entérate: Linchamientos, estigma y realidad a 50 años de Canoa

Desde su amoroso y familiar hogar el varón relata a El Sol de Puebla sus sentimientos y qué pasó en 1968 en la región de La Malinche cuando, señalados falsamente de ideólogos comunistas, casi mueren frente a una muchedumbre armada de palos, piedras y machetes.

Captura de pantalla película Canoa

El día del linchamiento: todo comenzó con una visita al pueblo

Todo empezó con el deseo de ir a la montaña. Julián González era experto en organizar reuniones a La Malinche. En septiembre de 1968 convocó a 11 de sus compañeros para escalar juntos la montaña pero solo llegaron 4 de ellos: Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre.

Los cinco que llegaron al punto de reunión caminaron desde el Edificio Carolino de la BUAP hasta la calle 22 Norte para tomar las unidades de transporte público y así dirigirse al entonces municipio de San Miguel Canoa.

Puedes leer: A 50 años, revive la lucha: así fue la marcha del silencio de 1968

Nos fuimos a una comunidad indígena

“Llegamos a las 6 de la tarde, justo cuando lo hicimos se soltó fuerte la lluvia. Nos dirigimos a la tienda norte del lugar. Yo fui quien le solicité al dueño de la tienda que nos dieran posada pero ellos no aceptaron. , explica Julián. Fuimos al curato, nos dirigimos hacia unas personas para decir si era posible quedarnos, que éramos empleados de la BUAP, pero también nos dijeron que no”

Ramón y Jesús tenían un presentimiento negativo y suplicaron a sus compañeros retirarse. El resto pidió paciencia, propusieron lanzar en un volado su suerte: ir o quedarse. La moneda decidió que deberían pasar la noche en la comunidad indígena.

Julián, que en esa época tenía 26 años y era padre de dos hijos, además de que venía otra pequeña en camino, se acercó a dos jovencitas que iban acompañados de Odilón García, quien llegaba de la ciudad de México a visitar a su hermano Lucas.

Después de contarle que nadie les daba posada en su vivienda Odilón decidió invitarlos a su vivienda, la cual se ubicaba a tres calles de la iglesia.

Comenzamos a notar cosas extrañas

“Nos abrieron su casa de manera franca, hospitalaria. Estuvimos como 40 minutos, en los que notamos cosas extrañas, como que sonaron las campañas, mujeres expresándose en náhuatl y le preguntamos al dueño qué pasaba. Él nos decía que todo estaba bien, que descansáramos”, agregó.

Y empezamos a escuchar gritos "ya llegaron los asesinos y ladrones"

El fuerte sonido de las campanas acompañadas de gritos de “ya llegaron los asesinos” y “ladrones” generó temor en los trabajadores de la BUAP, que estaban resguardados en la vivienda de adobe, donde escuchaban las historias del abuso de poder del sacerdote Enrique Meza.

Lee también: Gobernadora electa y policía estatal abordan terrible linchamiento en Puebla

La población, molesta, tocó la puerta de Lucas García, quien trató de defender a los empleados de la BUAP; no obstante, no escucharon sus palabras. De inmediato fue asesinado de un machetazo en el cuello y, posteriormente, un disparo frente a sus cuatro hijos y el resto de la familia.

Nos hacían preguntas de una propaganda

“Las cosas no tenían sentido para nosotros, nos preguntaban de una propaganda. Al lugar llegó un comandante del lugar para igual defendernos, pero no pudo. Solo recuerdo sus palabras: 'obedezcan porque por su culpa mataron al dueño'. Respondíamos que queríamos más policías”, exponía.

Mis compañeros fueron asesinados

Ramón y Jesús fueron asesinados inmediatamente con el machete. Miguel fue tomado de los dos brazos para amarrarlo con un lazo; detrás de él estaban fuertemente sujetados Roberto y Julián.

"¡Háganse a un lado, vamos a rematarlo!", decían

Otra voz dijo: "ya déjenlos, no tiene caso". A lo lejos se oían comentarios de la gente de temas de trabajo, como si lo que hicieran fuera algo normal”, relató Julián. “Nos llevaron a la plaza del pueblo, junto a la iglesia. Seguía lloviendo. Nosotros estábamos sin fuerza, solo oíamos que decían ¡háganse a un lado, vamos a rematarlos!".

Autoridades pudieron rescatarnos, estábamos muy heridos

Después de que las autoridades lograron ingresar a la comunidad, pues los pobladores habían obstaculizado el ingreso con piedras en el camino, rescataron a las 5 de la mañana del 15 de septiembre de 1968 con vida, pero severamente heridos, a Julián González, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre.

Esposa de Julián recibe una bolsa con dedos adentro

Pilar Flores, esposa de Julián, recibió una llamada en la madrugada del 15 de septiembre de 1968 en la que le informaron que este estaba gravemente herido y que se dirigiera al hospital.

Aún con su estado de embarazo ningún médico le informó de lo sucedido, y en una bolsa le dejaron tres dedos de su esposo.

"Pensé que se había caído, fue horrible ver sus dedos", cuenta su esposa

Pensé que en La Malinche se había caído. Cuando tuve la oportunidad de verlo toda su espalda estaba morada y ya me contaron que estuvo a punto de ser asesinado por el pueblo. Fue terrible”, dijo. “Yo me quería desmayar cuando vi en una bolsa sus dedos.

En las radiografías se documentaron varias heridas en la cabeza, además de las lesiones en los riñones y fuertes dolores musculares.


De la pérdida de los dedos de su mano Julián afirma que no recuerda cómo sucedió; no sintió dolor porque estaba casi inconsciente.

“Lo de la mano fue un machetazo. Yo no recuerdo el momento en el que me cortaron los dedos, quien me comentó fue Miguel. Estaba cayendo al piso por un golpe que me dieron y levanté la mano: me pasaron a traer la mano”, rememoró.

Entérate: Madre vio por Facebook el linchamiento de su hijo en Puebla

Julián no le guarda rencor a la comunidad indígena

Aunque dijo que no guarda ningún rencor a la comunidad, y reconociendo la bondad de algunos ciudadanos, confirmó que nunca regresó a San Miguel Canoa.

¿Qué pasó con el resto de los sobrevivientes?

Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre, los otros dos sobrevivientes del intento de linchamiento de la población de San Miguel Canoa en 1968, dieron muchas conferencias sobre la violencia de la que fueron víctimas, sien embargo ahora ambos están muertos.

Uno de ellos se suicidó

Hace 10 años Rojano se quitó la vida después de la muerte de su esposa; sin embargo, sus amigos cercanos dicen que lo que originó el suicidio fue que nunca superó lo que vivió en Canoa. Mientras, Flores Cruz falleció hace aproximadamente siete años de leucemia.

“La vida es muy complicada. Todavía conviví con mis compañeros porque íbamos a la ciudad de México a dar conferencias pero después nos dejamos de ver”, agregó Julián. En la apuesta los que no se querían ir del pueblo sobrevivieron y los que sí fueron asesinados.

Linchamientos en Canoa continúan

En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por su propia mano, golpes y linchamientos continúan. En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridades policíacas para encarcelarlo.

Mientras en marzo, Pascual “N” un presunto delincuente conocido como “El Recio” fue golpeado salvajemente y para rematar lo rociaron de gasolina para prenderle fuego. A pesar de que aún fue rescatado por policías y paramédicos y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.

Puedes leer: Detienen a ocho personas vinculadas al adictivo Pelón Pone Rico de marihuana

A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 15 linchamientos en el estado, sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.

A 50 años, del primer linchamiento de Puebla en la comunidad de San Miguel Canoa, pobladores quieren que México olvide la masacre y evitan hablar de ello.

Hay opiniones encontradas entre los habitantes sobre conservar la vida de quienes son juzgados por “ser buenos o malos”, sin embargo la mascare aún es recordada.

Aquí te dejamos la verdadera historia del linchamiento en Canoa, contada por uno de los sobrevivientes.

"Perdí tres dedos", cuenta sobreviviente de linchamiento en Canoa

Las cicatrices aún no se borran y la ausencia de tres dedos en la mano izquierda de Julián González Báez dan cuenta de lo que sucedió el 14 de septiembre de 1968, cuando junto con otros cuatro compañeros de trabajo de la Benemérita de la Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) fueron brutalmente golpeados por los habitantes de San Miguel Canoa al ser confundidos como promotores del comunismo.

De ese agrio hecho, ya hace 50 años, hay una fotografía de él con Pilar Flores, su esposa, saliendo del hospital civil ahora denominado “Universitario” con la mano completamente vendada, pero juntos, abrazados y felices.

Julián es uno de los tres sobrevivientes de lo que podría llamarse el primer linchamiento en Puebla. Cumplirá este 22 de noviembre 76 años de edad con una insólita historia que narra continuamente a sus 14 nietos y 13 bisnietos.

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Desde su amoroso y familiar hogar el varón relata a El Sol de Puebla sus sentimientos y qué pasó en 1968 en la región de La Malinche cuando, señalados falsamente de ideólogos comunistas, casi mueren frente a una muchedumbre armada de palos, piedras y machetes.

Captura de pantalla película Canoa

El día del linchamiento: todo comenzó con una visita al pueblo

Todo empezó con el deseo de ir a la montaña. Julián González era experto en organizar reuniones a La Malinche. En septiembre de 1968 convocó a 11 de sus compañeros para escalar juntos la montaña pero solo llegaron 4 de ellos: Ramón Gutiérrez Calvario, Jesús Carrillo Sánchez, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre.

Los cinco que llegaron al punto de reunión caminaron desde el Edificio Carolino de la BUAP hasta la calle 22 Norte para tomar las unidades de transporte público y así dirigirse al entonces municipio de San Miguel Canoa.

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Nos fuimos a una comunidad indígena

“Llegamos a las 6 de la tarde, justo cuando lo hicimos se soltó fuerte la lluvia. Nos dirigimos a la tienda norte del lugar. Yo fui quien le solicité al dueño de la tienda que nos dieran posada pero ellos no aceptaron. , explica Julián. Fuimos al curato, nos dirigimos hacia unas personas para decir si era posible quedarnos, que éramos empleados de la BUAP, pero también nos dijeron que no”

Ramón y Jesús tenían un presentimiento negativo y suplicaron a sus compañeros retirarse. El resto pidió paciencia, propusieron lanzar en un volado su suerte: ir o quedarse. La moneda decidió que deberían pasar la noche en la comunidad indígena.

Julián, que en esa época tenía 26 años y era padre de dos hijos, además de que venía otra pequeña en camino, se acercó a dos jovencitas que iban acompañados de Odilón García, quien llegaba de la ciudad de México a visitar a su hermano Lucas.

Después de contarle que nadie les daba posada en su vivienda Odilón decidió invitarlos a su vivienda, la cual se ubicaba a tres calles de la iglesia.

Comenzamos a notar cosas extrañas

“Nos abrieron su casa de manera franca, hospitalaria. Estuvimos como 40 minutos, en los que notamos cosas extrañas, como que sonaron las campañas, mujeres expresándose en náhuatl y le preguntamos al dueño qué pasaba. Él nos decía que todo estaba bien, que descansáramos”, agregó.

Y empezamos a escuchar gritos "ya llegaron los asesinos y ladrones"

El fuerte sonido de las campanas acompañadas de gritos de “ya llegaron los asesinos” y “ladrones” generó temor en los trabajadores de la BUAP, que estaban resguardados en la vivienda de adobe, donde escuchaban las historias del abuso de poder del sacerdote Enrique Meza.

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La población, molesta, tocó la puerta de Lucas García, quien trató de defender a los empleados de la BUAP; no obstante, no escucharon sus palabras. De inmediato fue asesinado de un machetazo en el cuello y, posteriormente, un disparo frente a sus cuatro hijos y el resto de la familia.

Nos hacían preguntas de una propaganda

“Las cosas no tenían sentido para nosotros, nos preguntaban de una propaganda. Al lugar llegó un comandante del lugar para igual defendernos, pero no pudo. Solo recuerdo sus palabras: 'obedezcan porque por su culpa mataron al dueño'. Respondíamos que queríamos más policías”, exponía.

Mis compañeros fueron asesinados

Ramón y Jesús fueron asesinados inmediatamente con el machete. Miguel fue tomado de los dos brazos para amarrarlo con un lazo; detrás de él estaban fuertemente sujetados Roberto y Julián.

"¡Háganse a un lado, vamos a rematarlo!", decían

Otra voz dijo: "ya déjenlos, no tiene caso". A lo lejos se oían comentarios de la gente de temas de trabajo, como si lo que hicieran fuera algo normal”, relató Julián. “Nos llevaron a la plaza del pueblo, junto a la iglesia. Seguía lloviendo. Nosotros estábamos sin fuerza, solo oíamos que decían ¡háganse a un lado, vamos a rematarlos!".

Autoridades pudieron rescatarnos, estábamos muy heridos

Después de que las autoridades lograron ingresar a la comunidad, pues los pobladores habían obstaculizado el ingreso con piedras en el camino, rescataron a las 5 de la mañana del 15 de septiembre de 1968 con vida, pero severamente heridos, a Julián González, Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre.

Esposa de Julián recibe una bolsa con dedos adentro

Pilar Flores, esposa de Julián, recibió una llamada en la madrugada del 15 de septiembre de 1968 en la que le informaron que este estaba gravemente herido y que se dirigiera al hospital.

Aún con su estado de embarazo ningún médico le informó de lo sucedido, y en una bolsa le dejaron tres dedos de su esposo.

"Pensé que se había caído, fue horrible ver sus dedos", cuenta su esposa

Pensé que en La Malinche se había caído. Cuando tuve la oportunidad de verlo toda su espalda estaba morada y ya me contaron que estuvo a punto de ser asesinado por el pueblo. Fue terrible”, dijo. “Yo me quería desmayar cuando vi en una bolsa sus dedos.

En las radiografías se documentaron varias heridas en la cabeza, además de las lesiones en los riñones y fuertes dolores musculares.


De la pérdida de los dedos de su mano Julián afirma que no recuerda cómo sucedió; no sintió dolor porque estaba casi inconsciente.

“Lo de la mano fue un machetazo. Yo no recuerdo el momento en el que me cortaron los dedos, quien me comentó fue Miguel. Estaba cayendo al piso por un golpe que me dieron y levanté la mano: me pasaron a traer la mano”, rememoró.

Entérate: Madre vio por Facebook el linchamiento de su hijo en Puebla

Julián no le guarda rencor a la comunidad indígena

Aunque dijo que no guarda ningún rencor a la comunidad, y reconociendo la bondad de algunos ciudadanos, confirmó que nunca regresó a San Miguel Canoa.

¿Qué pasó con el resto de los sobrevivientes?

Miguel Flores Cruz y Roberto Rojano Aguirre, los otros dos sobrevivientes del intento de linchamiento de la población de San Miguel Canoa en 1968, dieron muchas conferencias sobre la violencia de la que fueron víctimas, sien embargo ahora ambos están muertos.

Uno de ellos se suicidó

Hace 10 años Rojano se quitó la vida después de la muerte de su esposa; sin embargo, sus amigos cercanos dicen que lo que originó el suicidio fue que nunca superó lo que vivió en Canoa. Mientras, Flores Cruz falleció hace aproximadamente siete años de leucemia.

“La vida es muy complicada. Todavía conviví con mis compañeros porque íbamos a la ciudad de México a dar conferencias pero después nos dejamos de ver”, agregó Julián. En la apuesta los que no se querían ir del pueblo sobrevivieron y los que sí fueron asesinados.

Linchamientos en Canoa continúan

En San Miguel Canoa la forma de hacer justicia por su propia mano, golpes y linchamientos continúan. En enero, un hombre acusado de cometer un robo fue sometido a golpes y atado a un poste hasta que llegaron autoridades policíacas para encarcelarlo.

Mientras en marzo, Pascual “N” un presunto delincuente conocido como “El Recio” fue golpeado salvajemente y para rematar lo rociaron de gasolina para prenderle fuego. A pesar de que aún fue rescatado por policías y paramédicos y llevado a un hospital del Sector Salud, horas después murió.

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A finales de agosto, la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del estado que dirige Jesús Morales Rodríguez, reportó que en lo que va del año se han registrado 15 linchamientos en el estado, sin embargo, refirió que también han sido rescatadas 201 personas de 146 eventos de esta naturaleza.

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