En la actualidad las personas migrantes, refugiadas, desplazadas y las víctimas de trata, son víctimas y se han convertido en el emblema de la exclusión, porque además de soportar las dificultades propias de su condición, con frecuencia son objeto de juicios negativos, pues se les considera responsables de males sociales.

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Para el obispo de la Diócesis de Aguascalientes, José María de la Torre Martín, la actitud que, autoridades y ciudadanos en general, tienen hacia estas personas que se han visto obligadas a abandonar su hogar y forma de vivir, para adentrarse en países extraños con conductas y costumbres que no comprenden, es muy alarmante.

La actitud hacia ellos constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos si seguimos dándole espacio a la cultura del descarte

Para nadie es un secreto que muchas de estos seres humanos son vistos, en la mayor parte de las ocasiones, con indiferencia, discriminación y rechazo; son secuestrados y explotados e incluso sometidos a trata de personas.

No debemos olvidar que las vidas de estas personas y sus hijos, están sujetas a fuerzas frías e indiferentes, no solo pertenecientes a la naturaleza, sino también a condiciones políticas, económicas y humanas.

Es muy necesaria la virtud de la hospitalidad, es un hábito que nos invita a tener mayor generosidad para con aquellos que pasan necesidad. Nuestra propia unidad cristiana se debe manifestar también a través de encuentros cordiales con aquellos que no comparten nuestra lengua, cultura e inteligencia

Ante ello, explica el prelado, ya existe en nuestro país un compromiso pastoral para con estas personas, a través del Proyecto Global Pastoral, donde se instruye a identificar y acompañar a los integrantes de los grupos vulnerables de nuestra sociedad, entre ellos los desplazados, para quienes la Iglesia católica, a través de los obispos, se ha exigido un corredor migratorio digno y seguro, que proteja a las familias obligadas a recorrer miles de kilómetros en busca de mejores oportunidades, que muchas de las ocasiones, nunca llegan.

Es necesario, reconoce, orar por la unidad de los cristianos, pero una unidad que no excluya a nadie, que no olvide a ninguna persona, en especial a los más débiles y desfavorecidos.

No debemos vernos como extranjeros, desconocidos o migrantes, sino como hermanos, unidos en torno a un mismo mandamiento: amarnos como él nos amó.José María de la Torre Martín, Obispo de la Diócesis de Aguascalientes