La violencia y el grito de dolor de sus víctimas, que clama al cielo por justicia, nos hace abrir los ojos a la realidad de una auténtica emergencia educativa, donde hemos perdido los referentes básicos de la convivencia humana, la verdad, la bondad y la belleza.
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Para la Iglesia Católica, en nuestro país tenemos una visión muy estrecha de la educación, pues ésta suele reducirse al marco de la instrucción escolar, la cual, sin disminuir su importancia, no es suficiente.
Al hacerse eco del mensaje enviado a la feligresía con motivo del incremento en los feminicidios, el vocero del Obispado de Aguascalientes, Felipe Gutiérrez Rosales, advierte sobre la urgente necesidad de reconocer una base educativa que implique la vida familiar.
-Es vital- la indispensable instrucción sobre las ciencias, con la conciencia de que las disciplinas que se presentan en las escuelas, no pueden sustituir la educación que una familia puede dar
La urgencia de justicia, paz y misericordia, abunda el sacerdote, tiene que traducirse en estilos de vida y desarrollo humano que posibiliten una vida digna para todos. Las acciones sociales, económicas y políticas, abunda, tienen que transformarse en un eje central del bienestar de la personal antes que ideologías, discursos o estadísticas.
Familia, escuela, medios de comunicación e iglesias, entre otros, somos actores sociales que tenemos una responsabilidad en la misión de forjar una cultura de esperanza y de paz.
Para ello, es necesario el compromiso de impulsar la primera infancia como un urgente desafío para procurar, además de su protección, también su desarrollo humano integral y solidario.
Hacemos un llamado a todos los creyentes y personas de buena voluntad para poner lo que está en nuestras manos e impedir que crezca y se extienda más la violencia. De manera muy especial les invitamos a todos a respetar a las mujeres y reconocer el derecho que ellas tienen, de promover su dignidad, garantizando su libertad e integridad en nuestra sociedad
A la Iglesia le duele profundamente la violencia contra la mujer, que se ha expresado en un nuevo y agresivo rostro visible ante nuestros ojos, en una forma tan cruel que genera desconcierto, dolor, amargura, tristeza, llanto, indignación, impotencia y muchos deseos de venganza.
Ante ello, debe darse y promoverse el dar voz a todos los afectados, pues el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que lo rompe y ante ello los cristianos no podemos permanecer indiferentes.
Invitamos a todos a respetar a las mujeres y reconocer el derecho que ellas tienen, de promover su dignidad.
Felipe Gutiérrez Rosales, Vocero del Obispado de Aguascalientes